Tegucigalpa, Honduras.- El cine es un arte que traspasa fronteras, pues a través de imágenes y sonidos se puede mostrar la historia de un país.
En el caso de Honduras, resulta un tanto complicado dedicarse al cine, bien sea por la falta de apoyo o por el alto costo de las producciones. No obstante, hay algunos catrachos que, con esfuerzo y perseverancia, se adentran en este mundo y, pese a todo, logran destacar con su talento.
Y este talento, al que se suma el amor y apego por sus raíces, confluyen en John Nelson, un productor de cine y música hondureño, el primer egresado de etnia misquita de la licenciatura en Lingüística de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Esta etnia, situada geográfica y mayoritariamente en el departamento de Gracias a Dios, es una de las pocas en el país que aún hoy conserva su lengua y sus tradiciones. Y es esa la razón por la que resulta particularmente importante que el mundo conozca sobre ellos, y qué mejor que hacerlo mediante el cine.
De La Mosquitia para el mundo
Gracias a «Ciudad Blanca», cortometraje relatado en lengua misquita que detalla el hallazgo de la ya mítica zona arqueológica homónima en 2018, John obtuvo un importante premio en Italia. Tanto así que el film se proyectó en Inglaterra e incluso fue nominado al premio Ícaro de Centroamérica.
Pese a las limitaciones, John siempre encomienda sus proyectos a Dios y así se ha aventurado en la cinematografía hasta lograr sus metas. En la actualidad, relata con orgullo haber contribuido a que el pueblo misquito haya sido visto en otras partes del mundo, y su intención es seguir haciéndolo allá por donde vaya.
Desde Brus Laguna John conversó con Diario Tiempo para hablar acerca de su trayectoria, de su viaje a Europa, de cómo ha sido el reto de dar a conocer sus raíces en otras partes del mundo, y también de cuáles son sus proyectos a futuro.
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Un misquito «lleno de sueños»
Su camino inició desde muy joven. Entre sus primeros proyectos trabajaba en el cortometraje Ciudad Blanca. Su intención era mostrar al mundo los secretos mejor guardados de esta joya arqueológica, pero con un valor añadido: relatarla en lengua misquita.
«Hacer cine en Honduras es muy difícil para cualquier persona, pero imagínese para un indígena, es aún más complicado. Tomé ese reto desde hace un tiempo y, gracias a Dios, se ha cumplido parte de lo que en entonces pensaba y quería hacer. Ahora no nos bajamos de aquí, seguimos», cuenta.
John nació en Brus Laguna y estudió en Puerto Lempira. Luego se mudó a Tela. Y, como ya mencionamos, es el primer misquito en graduarse como licenciado en Lingüística en la UNAH.
Formación profesional
Empezó con el cine de manera empírica, pero poco a poco fue estudiando para enriquecer sus conocimientos sobre este arte. Y gracias, en parte, a esa actitud autodidacta ha podido destacar en el mundo.
«Tengo diplomados en escritura de guion para cine y televisión; otros de cinematografía para rodaje, dirección de imagen, escenografía y más. El mundo del cine, que es tan amplio… Lamentablemente en nuestro país es muy difícil prepararse como un cineasta«, reconoce.
De acuerdo con John, hacer cine en Honduras es «todo un reto», pero también un sueño personal por cumplir. Sin embargo, asume los riesgos que implica querer cumplir sus cometidos.
«Ciudad Blanca», el proyecto que llevó a John al estrellato, está elaborado con animación 3D; «es una recreación de la mítica Ciudad Blanca», explica.
Fue una interacción con el internet (muy limitado en Gracias a Dios) lo que llevó al hondureño a perseguir lo que anhelaba.
Impulso para el proyecto
«Quisimos hacer un proyecto complejo, real, para poder entregarlo al público, y fue el proyecto Ciudad Blanca. Cada vez que hablo del proyecto sonrío, porque yo no me esperaba la aceptación que tuvo», relata.
Gracias a ese éxito y aceptación, Ciudad Blanca ha sido merecedora de algunos premios en Honduras, así como el premio Ícaro de Guatemala; también en Rusia, Estados Unidos y en el Festival de Cine Ram, en Italia.
«Podríamos decir que es el primer trabajo hondureño que pasa a ser seleccionado en un festival como tal, y se enmarcó este proyecto en las artes que son parte del patrimonio cultural del mundo», explica.
Otra de las obras de John es el cortometraje Bili Kat, que cuenta una historia acerca de lo importante que es mostrar una lengua indígena, tal como la misquita, y desde los ojos con voz de un niño.
Grata experiencia
«Han sido muchas emociones, experiencias. Lamentablemente, casi todo este camino ha sido muy solitario. Gran parte de lo que hago lo trabajo solo, son muy pocos los proyectos en los que se han sumado más personas», dice.
No obstante, agradece a todas aquellas personas que le han brindado el apoyo. Tanto a los de su etnia como a los mestizos, porque «demuestran que creen en mí y en lo que estoy haciendo».
«He visto los frutos del esfuerzo que he puesto desde el inicio para que la gente pueda y conocer un poco más la historia de mi pueblo, el verdadero origen de la lengua misquita», explica.
De igual manera, destaca con orgullo que gracias a su perseverancia, el mundo ha logrado conocer sobre la etnia misquita, sus tradiciones, su lengua y cada detalle de su tierra natal.
Ciudad Blanca
«Fue difícil hacer ese proyecto, porque recuerdo que cuando comencé, lo que quería mostrar de la historia en el guion era una recreación la ciudad con base en las investigaciones que han realizado otros y las propias. Pero esa no fue la parte difícil, sino que cuando comencé solo tenía nociones muy básicas, empíricas de animación en 3D», reconoce.
«Recuerdo que después de terminar el guion y el history word, me puse unos meses a estudiar solo animación en 3D, porque allí salté a otro software. Me tocó aprender mucho, porque yo quería mostrar eso en la pantalla, por eso fue un proceso».
El proyecto Ciudad Blanca demoró al menos 7 meses en estar completamente listo y la narración es netamente en misquito. Lo curioso del proyecto, además, es que también cuenta con un libro de 10 capítulos escrito por John.
No obstante, el libro aún continúa en proceso y por esa razón John tomó la decisión de hacer primero el cortometraje, puesto que es «más interactivo y puede llegar a muchas más personas en el mundo».
«Recuerdo que hubo varios cambios para poder entregar el cortometraje y demás detalles técnicos del cortometraje», cuenta.
John inscribió su trabajo para participar en el premio Ícaro, que se otorga en Guatemala, justo una semana antes de que terminaran las inscripciones.
«Mis proyectos son en misquito, subtitulados al español y otras lenguas. Yo lo que quiero es que vayan así, en esta lengua indígena».
Los premios
Gracias a su buena producción y a la aceptación que tuvo, Ciudad Blanca es uno de los mejores cortometrajes animados que se han producido en Honduras, tanto así que representó a el país en certámenes internacionales.
«Yo no me lo podía creer, decía ¿cómo?, seguía tan emocionado. Creo que es una de las sensaciones más lindas que he tenido, porque lo hice con un proyecto que no tiene nada que ver con fines lucrativos. Me he sentido muy satisfecho y las personas que estuvieron en el proceso hicieron mucho para que al final yo pudiera realizar esto», reconoce.
«Como creador de todo esto, me sentí muy feliz, muy contento y orgulloso de poder lograrlo. Por el hecho de que abrió más puertas y posibilidades de hacer más proyectos en el tono de cine indígena y de poder llevárselo a un público internacional. Eso lo hace aún más emocionante», cuenta.
Presentaciones en Italia y Londres
Respecto a sus aventuras en Europa, John asegura que «es algo muy emocionante, intrigante» aunque reconoce que tuvo miedo «por el hecho de que iba a ir a un espacio tan grande y donde iban a estar otros creadores, otras personas que tienen un perfil más grande».
Aun así, pese a los nervios, ganó un premio en Italia, en el festival de cine Ram. Este festival selecciona y premia obras que tienen que ver con la investigación, en temas de referencia cultural, con datos que resalten la grandeza cultural de una región o país.
«Allí (en el festival) no suelen premiar otras obras que sean ficción, por así decirlo; este tipo de productos cinematográficos».
Y luego de triunfar en Italia, John también logró ganar otro en Londres, Inglaterra, aunque esta vez con otro cortometraje. «Ya eran dos obras distintas representando al país en Europa», explica.
Cuando llegó la invitación, John recuerda que no tenía la intención de incluir a más entidades para que le ayudaran. Sin embargo, habló con la ministra de Arte, Cultura y Deporte, Anarella Vélez, y fue ella quien le brindó el apoyo desde el inicio y se mostró contenta de sus acciones a favor del país y de los misquitos.
Apoyo al arte y la cultura
«Poder representar a Honduras en las premiaciones, en el festival de cine Ram en Italia y el otro en Reino Unido no se hubieran logrado sin la asistencia y colaboración de la Secretaría de Arte y Cultura», reconoce.
Otro apoyo fundamental en este proceso para John ha sido la alcaldía de Brus Laguna, su ciudad natal.
«Estando allá pasaron muchas cosas; aprendí y conocí gente. La primera proyección que hubo en el Reino Unido del cortometraje Bili Kat en la primera noche hubo un poquito de nervios, porque todo el evento era en inglés y estaba nervioso por si iba a dar el ancho», reconoce.
Afortunadamente «superamos esos nervios, pasó y estábamos todos encantados. Algunos medios acompañaron allá el Londres y fue muy emocionante y emotivo», detalla.
El cortometraje Bili Kat se presentó en cinco ocasiones en Reino Unido y una de ellas fue en un museo y la otra en la universidad de Cambridge.
Perseguir los sueños
John Nelson destaca que la falta de apoyo en Honduras complica las cosas y, «en raras ocasiones», se logra conseguir. Sin embargo, insta a aquellos que tienen en mente ejecutar un plan a perseguir sus sueños, para al final disfrutar de los resultados, ya que somos un país donde «hay mucho talento».
«El apoyo y voluntad a lo que el artista está haciendo es importante, no solo para él, sino que representa valores, cultura e identidad. Si no ve eso, no importa qué tan bueno es el trabajo del artista, no va conseguir el presupuesto o los fondos suficientes para trabajar porque falta el apoyo», recomienda.
El cineasta hondureño ya trabaja en un nuevo proyecto cinematográfico. Uno «más grande, con más personas y locaciones», y espera que salga tal y como lo ha planeado, «o quizás mejor».
«Es un proyecto muy bonito. Habrá mucho paisajismo, mostrará muchas áreas que aún se pueden recorrer, muchos espacios bonitos en este municipio (Brus Laguna) y los demás cercanos», asegura.
El proyecto también será en lengua misquita, con locaciones en La Mosquitia y espera tenerlo listo antes de los premios Ícaro, tanto el de Honduras, como el de Centroamérica.
Importancia de la lengua materna
El hondureño trabaja de manera permanente en Honduras y fuera del país en proyectos relacionados con mantener y preservar las lenguas maternas, tales como la misquita.
«El tema de rescate, difusión o revitalización para muchas lenguas en Honduras está en esa etapa, pero no es el caso de la lengua misquita, por suerte», dice.
«Mi consejo para los jóvenes es que, si creen en lo que hacen y creen que es importante dejar lo que están haciendo, lo que van hacer dejárselo al mundo, a la gente, a la historia, a la humanidad. Que sigan aún así se tarden toda una vida, que sigan porque lo que logren va ser el punto de inicio de otra persona», aconseja.
Sin embargo, también recuerda que «no todo está en la meta, sino que es importante dejar una huella en todo el camino y convertirse en un ejemplo de bien para los demás».
John es el claro ejemplo de que pese a los temores, obstáculos y falta de apoyo, los hondureños son capaces de emprender, lograr sus metas y poner en alto el nombre del país con acciones positivas.
Asegura que seguirá trabajando para mostrar su cultura al mundo a través del cine. Es por ello que ha puesto en manos de Dios sus pasos y agradece hasta dónde ha podido llegar hasta ahora.