CORTÉS, HONDURAS. Don Jesús Portillo Peña, quien ayer murió en las afueras del hospital móvil de San Pedro Sula, ya había buscado atención médica desde la semana anterior, día viernes, pero por falta de cupos, no lo pudieron internar.
A raíz de lo anterior, tuvo que retornar a su casa en Santa Cruz de Yojoa, donde, durante el fin de semana, se descompensó, por tanto, el lunes decidió volver al sanatorio, pero murió de un paro respiratorio.
Según su yerno, quien fue la persona que lo trasladó en una pick-up desde la parte sur del departamento, él estuvo esperando durante más de cuatro horas un espacio para ser atendido.
Su muerte retrata la realidad de la pandemia del COVID-19 en Honduras, además de la precaria situación que atraviesa, desde hace ya varios años, el sistema de salud público nacional.
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Agonía y pesar
El acompañante de don Jesús manifestó sentirse asperezado, pues, según comentó, don Jesús le pedía que, por favor, fuera conseguirle oxígeno, pero en el hospital ya no había.
«El oxígeno que andábamos, él ya no lo sentía, entonces, me pedía ‘oxígeno, oxígeno’, pero yo le dije que lo único que podía darle eran los quince litros, máximo, que el otro oxígeno yo no lo tenía a mano, que me disculpara», confesó entre lágrimas.
Asimismo, comentó que, en efecto, don Jesús padecía diabetes, enfermedad de base que lo hacía más vulnerable, y estaba siendo atendido en su casa de habitación por su familia y médicos a domicilio.
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