TEGUCIGALPA, HONDURAS. Una abuelita sin ocupación profesional ajustó 20 lempiras y compró dos carritos de juguete; ella es de escasos recursos, por lo que eran de los «de segunda». Como pudo, se preparó para este jueves, Día del Niño.
El esfuerzo que hizo nada más tenía un propósito: ver a su nieto sonreír. Ver feliz a ese niño de solo nueve años y que atendía sus obligaciones académicas en la Escuela Estados Unidos en la capital.
Además, su padre, Walter, también tenía preparado un gran plan para festejar una ocasión tal especial. Ni la entrega del obsequio ni aquel momento añorado se presentó; el infortunio rodeó la ribera del río Choluteca.
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Una última travesura
El lunes, justo después de haber almorzado, Byron Ariel Sánchez Baquedano salió de su casa junto a otros dos niños. El grupo de menores se dirigió a las orillas del río Choluteca sin antes habérselo comunicado a sus padres o a alguien más; solo querían jugar.
La historia se tornó trágica desde el momento en que «Arielito», como le llaman sus allegados, se resbaló. Según la versión que contó otro pequeño que presenció el hecho, a Ariel se le zafó una sandalia.
En búsqueda de su calzado, tuvo un desliz y cayó en las embravecidas aguas del río que, debido a las lluvias recientes, tiene caudal en demasía. En cuestión de segundos, el «chiquillo» se perdió entre el particular color de esa fuente de agua.
Fueron los otros dos niños, inocentes, quienes llegaron muy preocupados a la casa de Arielito para contar lo sucedido a su familia. Desde entonces, imperó la histeria. Parientes y amigos se apostaron en las cercanías del caudaloso río en una búsqueda exhaustiva.
Un cierre digno
El paso de dos días no arrojó resultado alguno. Con la inquietud más que entendible, su progenitora se resignaba a la posibilidad de que no volvería a verlo con vida; pedía encontrar siquiera los restos mortales para un cierre digno.
Siquiera esa última parte se le cumplió: la tarde del miércoles, un equipo del Heroico y Benemérito Cuerpo de Bomberos de Honduras (HBCBH) halló el cuerpecito de Ariel a la altura del kilómetro 22, en la carretera que conduce hacia el departamento de Olancho.
Homenaje póstumo, en pleno Día del Niño
La entrega de los carritos y la celebración se pospuso, para siempre. De manera repentina, solo reinó el llanto y la necesidad de afrontar que no volverían a ver sonreír a su pequeño hijo, amiguito y compañero.
Entre lágrimas, su madre lo describió como un niño bastante alegre e hiperactivo. Agradeció enfáticamente a quienes le ayudaron a encontrarlo.
«Mi Dios me lo regresó, estoy agradecida con él y todos los vecinos que me apoyaron», manifestó, con voz entrecortada, durante el velatorio que preparó para despedirse de su vástago.
La ocasión contó con un altar adornado con fotos de su vida escolar, velas y flores.
Un último adiós
El cuerpo bomberil, el mismo que no descansó hasta encontrarlo, guió la mañana de este jueves la caravana fúnebre. Sí, la expedición final de Arielito, que tendría como última morada el cementerio Tierra Santa en la colonia La Era de Tegucigalpa.
El vehículo de los apagafuegos, que se conducía lentamente, tenía como escolta dos carros tipo pick-up. En el primero, viajaba el féretro del niño, en compañía de sus padres.
«No sé cómo explicar cómo era él, no estoy para hablar mucho», se limitó a decir su padre, con notable consternación por lo ocurrido.
Mientras que, el capitán Velásquez de los Bomberos aseguró que es una terrible noticia, que lo marcó porque él tiene sus hijos también y uno tiene una edad cercana a la de Ariel.
«Para uno es fatal mirar estas noticias y accidentes que ocurren a diario», lamentó. Un Día del Niño con garantía de nostálgica memorabilidad para la familia Sánchez Baquedano.
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