La canciller alemana, Ángela Merkel, ha calificado de “muy ambiciosa” la agenda que el ciudadano presidente Juan Orlando Hernández presentó en su visita oficial a la República Federal de Alemania.
Con el mismo desplante exhibido en sus frecuentes visitas oficiales por medio mundo, el ciudadano presidente, tonificado con sus ejercicios de calistenia en las calles de Berlín, reeditó su discurso de hacer de Honduras “un centro logístico de comercio y crecimiento económico alcanzado”.
Por supuesto, no faltó el feliz señalamiento sobre la mejora de la situación de seguridad, del Estado de Derecho y del respeto a los derechos humanos”, sobre lo cual, sin ninguna duda, la canciller Merkel estaba previamente informada en detalle por la misión diplomática germana en Tegucigalpa.
De allí el ofrecimiento de respaldo del gobierno alemán a la proyectada Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACICH), a cargo de la OEA y promovida por Estados Unidos de América (EUA), que torna a ser, en el futuro inmediato, un complicado desafío.
El ciudadano presidente dio seguridades de que en su gobierno “el respeto a los derechos humanos es una cuestión prioritaria” y que la economía del país crecerá este año en 3,5% en relación con el producto interno bruto. “Pero es necesario –agregó—que ese crecimiento llegue a las clases medias y a los pequeños negocios”.
En su esfuerzo por vender el país, como prefieren decir los técnicos en mercadología, el presidente Hernández reveló que Honduras cuenta con 3 puertos de aguas profundas (2 en la costa atlántica y 1 en el Pacífico).
Olvidó decir que también se cuenta con 7 aeropuertos internacionales, 3 bases militares estadounidenses y un canal seco interoceánico, lo cual supera la infraestructura logística y de seguridad en el radio mesoamericano.
La gira presidencial, exitosa como de costumbre, trae consigo una oleada de optimismo a la sociedad y el pueblo hondureño, de cara al agobio del cierre de cientos de empresas medianas y pequeñas en todo el país, al incremento dramático del desempleo, a la angustia por el descalabro del sistema financiero, y, en fin, al estrangulamiento de medios de comunicación social.
Asimismo, en el intercambio con la canciller Merkel y los empresarios alemanes no hubo ninguna alusión al grave y creciente incremento de la inseguridad jurídica y al enrarecimiento del clima para las inversiones.
