AFP. Los migrantes de la comunidad LGBT+, considerados de los más vulnerables entre quienes buscan una mejor vida en Estados Unidos, encuentran alivio en México en albergues habilitados especialmente para protegerlos de la discriminación.
De Ciudad de México a la fronteriza Tijuana (noroeste), activistas mexicanos acogen a estas personas que huyeron de sus países por la estigmatización y la pobreza, y que en el camino sufren nuevas agresiones de autoridades y delincuentes.
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«Migrar es decidir volver a crear otra vida en otro lugar», dice Victoria Dávila, mujer trans de 23 años. Ella abandonó su natal Venezuela por «situaciones de riesgo» que enfrentaba cotidianamente.
«Por ejemplo, la transfobia, los ataques en la calle y el rechazo a nuestras identidades. Además, la falta de oportunidades de trabajo», explica Dávila en Casa Frida.
Más que un albergue, un hogar
La joven vive hace dos meses en el refugio, que tiene sucursales en Tapachula, la cual es puerta de entrada de miles de migrantes en la frontera sur con Guatemala.
Los responsables del hospedaje capitalino comentan que los migrantes de la diversidad suelen ser víctimas de persecución, racismo, xenofobia o explotación sexual y laboral.
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Victoria fue sometida por un empleador mexicano que le quitó los documentos y la forzó a hacer trabajo sexual sin pagarle.
Por eso, la artista del drag asegura que en el albergue encontró «una familia» que la recibe, abraza y respeta.
«Casa Frida es un espacio de paz. Un espacio de libertad para ciertas personas, para poder expresar lo que realmente son», afirma Angélica Guzmán. Ella es abogada de 24 años y trabajadora social del albergue.