MÁXIMA VELOCIDAD. Conducir a lo largo de la historia del V12 Lamborghini en una sola jornada es todo un privilegio. Para esta exclusiva ocasión salieron del museo un primitivo 400 GT 2+2, el legendario Miura y el Aventador Ultimae. Todo un ciclo para el mítico e hiperpotente motor V12, que se inició en 1964 y ha terminado en 2022 (para dar paso a propulsores híbridos).
En los años 60 debían ser estratosféricos: con más de 300 CV en su motor V12, los Lamborghini quintuplicaban la potencia de una buena berlina y también su velocidad. El objetivo de Ferruccio Lamborghini era fabricar auténticos Gran Turismo de pura raza, potentes, rápidos y elegantes.
Ya su primer modelo fue un éxito comercial, el 350 GT de 1964, principalmente a causa de su excelente motor V12 de 3,5 litros diseñado por Giotto Bizzarrini y domesticado por Paolo Stanzani (280 CV y 250 km/h).
Para crear la primera carrocería se recurrió a Touring, que contaba con su patentado sistema «Superleggera», que aunaba resistencia con la ligereza del aluminio batido a mano. El 350 GT y su sucesor de 1966, el 400 GT 2+2, no pretendían ser deportivos de competición como los Ferrari, sino genuinos Gran Turismo, cómodos, elegantes y rápidos. Incluso contaban con dos teóricas plazas traseras para pasajeros y amplia superficie acristalada.
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Al volante del 400 GT: todo suavidad
El Lamborghini 400 GT 2+2 impresiona hoy por sus imaginativas formas, por su confortable y luminoso habitáculo y por ocultar bajo el capó delantero el V12 de Stanzani.
Este arranca con un gran silencio, sin rugidos ni explosiones, lo que define su comportamiento. Una suavidad infinita, apoyado por un cambio de fácil accionamiento y cinco velocidades. Corre sólo cuando se pisa a fondo el acelerador y cambia rápido de dirección -aunque hay que girar mucho el bonito volante Nardi– porque es un coche muy ligero.
Para su época poseía modernos frenos de disco en las cuatro estrechas ruedas (aún con llantas de radios). El 400 GT 2+2 es ágil y estable a alta velocidad, pero sobre todo es confortable. En su interior el conductor se siente como un potentado, rodeado de cuero de distintos tonos y de gruesas alfombras. Y de otro distintivo de Lamborghini: un completo cuadro de instrumentos con siete relojes y múltiples interruptores y testigos luminosos. Hasta el parabrisas panorámico es inusual, con los montantes curvados. Sin duda, su afortunado propietario no se sentiría defraudado.
Al volante del Lamborghini Miura
Saltar al interior del mítico Lamborghini Miura es como cambiar de época. Sin embargo, el 400 GT y el Miura fueron coetáneos en 1966.
Con este modelo, Ferruccio creó una nueva raza de «supercars», situando el motor V12 en posición transversal tras el habitáculo, lo que permitía una carrocería aerodinámica y bajísima. Diseñada por Marcello Gandini para Bertone, apenas se componía de tres piezas además de las puertas, desmontándose como un coche de competición. Sus faros retráctiles eran otro signo distintivo más del modelo.
La versión que tenemos a nuestro alcance es el más potente «P-400 SV», con motor V12 a 60º de 4 litros de cilindrada, alimentado por carburadores verticales ¡y con 385 CV! Introducirse en el habitáculo ya no es tan fácil, porque es un estricto biplaza y además muy bajo. El asiento es un bacquet de competición, que hay que acercar demasiado al volante para alcanzar bien los pedales. Aquí también abunda la instrumentación, aunque más disimulada en un sobrio salpicadero de cuero negro. De hecho, lo más notorio es la gran rejilla-guía de la palanca de cambios, situada en el centro del biplaza.
¡Este sí que suena! Nada más girar la llave, los sonoros escapes descubren toda la caballería disponible. Aunque el motor es dócil y progresivo, pide más y más gas para rodar alto de vueltas. La palanca de cambios es ruda y debe llevarse por su guía con decisión. Va conectada directamente con la caja, situada bajo el motor, a nuestra espalda. Las aceleraciones son impresionantes y la sensación es la de conducir un coche de carreras. Bajo y plano, cambia de dirección con agilidad asombrosa, aunque el volante esté en exceso desmultiplicado.
Lamborghini Aventador Ultimae: el último V12
Aunque los separan casi 55 años, la tradición de la marca sigue viva: una carrocería espectacular, un motor V12 con 780 CV y prestaciones de infarto (0 a 100 km/h en 2,8″ y 0 a 200 en 8’7″, 355 km/h de punta…). Esta última serie limitada a 350 coupés y 250 descapotables (con techo duro desmontable) ha reunido lo mejor de la familia Aventador. El V12 de 6,5 litros proporciona 40 CV más que la versión «S» y pesa 25 kilos menos. Y tiene un interior exclusivo y personalizable, al que se accede levantando sus puertas en élitro, plagado de pantallas, mandos aeronáuticos y materiales nobles.
Ese medio siglo también se nota en la tecnología. El Aventador cuenta con un ligero y robusto monocasco de fibra de carbono, con tracción a las cuatro ruedas y también con dirección en ambos ejes. Un complejo sistema electrónico garantiza en milésimas de segundo la óptima tracción, adherencia o frenada de cada rueda. Las suspensiones son «push-rod» y el cambio semiautomático con levas, como en la F-1. Tal es la potencia, que el conductor va permanentemente asistido con la electrónica.
Con el doble de potencia que el Miura, parecería que el Aventador es ingobernable. Nada más lejano a la realidad: se conduce con mayor facilidad incluso a baja velocidad. El motor desactiva una bancada de cilindros a menos de 135 km/h para ahorrar combustible y el cambio automático adopta un patrón muy tranquilo.
Pero basta acelerar a fondo para que todo cambie, actúe el sistema «ALA» de aerodinámica activa, las suspensiones adaptativas y el control de tracción para salir disparados a toda velocidad. Es el signo de los nuevos tiempos.