SAN PEDRO SULA. Diario TIEMPO visitó a dos ciudadanos en el occidente del país que se han encargado de guardar la historia, de conservar aquello que poco a poco ha ido desapareciendo, pero que aún se conserva en el baúl de sus recuerdos.
Se trata del señor Martín Mejía y Ana Cristina Aranda, quienes tienen piezas de muchos años dentro de su vivienda localizada en la Aldea El Corpus, jurisdicción de La Unión, departamento de Copán.
Mientras el equipo reporteril del periódico intercambiaba pláticas con ambos, la sonrisa llegó a don Martín, quien no se esperaba la visita y de un momento a otro se trasladó a sus mejores tiempos, aquellos marcados por la juventud, la alegría y la familia.
Entres las piezas que mantienen en buen estado están: bambas, monedas que fueron usadas en tiempos de la colonia, allí se muestra a el indio norteamericano con plumas y cara cuadrada. En los años 70 dicha imagen fue cuestionada por los antropólogos e historiadores, debido a que nuestros nativos americanos no usaban plumas en su cabeza, excepto los altos dignatarios y gobernantes que utilizaban un tocado con
plumas.
Es por ello que el Banco Central de Honduras decidió rescatar la historia al darle a la raza lenca, quienes tuvieron el mérito de hacerle frente al español y a quienes Lempira pertenecía por ser miembro de la tribu, el reconocimiento merecido en la impresión de monedas y billetes. Para ello, había que buscar a un lenca que sirviera de modelo para la imagen de Lempira.
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Don Martín, como es conocido por todos en el pueblo, tiene en las paredes de su casa los recuerdos de una habilidad que por los años olvidó, pero allí está la evidencia de sus preciosos relieves, en los cuales se plasman figuras como el escudo nacional y un caballo de color blanco. También tienen un banco o más conocido como zancudo de madera, un candil viejo, planchas de brazas, piedra de moler y una máquina de costura.
Todos estos objetos para muchos parecerán insignificantes, pero sólo los amantes de la historia entenderán el valor significativo; pues simplemente no tienen precio y se convierten sin duda, en un histórico tesoro.