Centros de masajes en San Pedro Sula: relatos de un ex cliente, final

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Centros de masajes en San Pedro Sula
La violencia de género es el principal riesgo para las trabajadoras sexuales de la ciudad.

San Pedro Sula, Honduras. – Encontré a Holy a inicios de este año en un centro de masajes ubicado en la colonia Zerón, arriba de un popular bar de motociclistas de la zona. Cuando la vi no la recordé, en cambio, ella sí.

Me ocurrió que volvía a encontrar a chicas en otros centros y algunas no me recordaban. Sin embargo nunca me había pasado lo contrario. Holy me recordó que hacía cinco años habíamos tenido un encuentro. Ella apenas tenía dos días de trabajar en un centro de masajes cercano a Emisoras Unidas.

El largo encuentro

La había olvidado porque no fue un encuentro memorable, no me había dado ningún momento de erotismo. Me dijo que fui de sus primeros clientes, que había estado muy nerviosa y que se excitó demasiado; tuvo su primer orgasmo con un cliente. En ese entonces solo pensaba trabajar los fines de semana, de lunes a viernes tenía un trabajo normal. Sin embargo, el salario no le alcanzaba para mantener a su madre.

Holy había cambiado, conservaba su buen cuerpo pero se notaba que se dedicaba de lleno a la profesión más antigua. Además, esta vez Holy me cogió como si recordara nuestro primer encuentro y quisiera remediarse. Quería demostrarme que durante esos cinco años había aprendido, y había aprendido bien. Cuando me fui le pedí el teléfono. Lo hice por dos razones, por la policía y porque deseaba volver a verla.

Como les decía, en mi tiempo de retiro de visitar esos lugares estuve en relaciones sentimentales que no funcionaron. Por lo tanto me sentía solo, mi única compañía era un gato bicolor llamado Jaru. Un día la llamé luego de salir del trabajo y Holy aceptó verme luego de salir del suyo. La esperé afuera, salió con otra chica, una amiga que trabajaba junto a ella, la fui a dejar a su punto de autobus. Durante el camino la amiga estuvo callada. Holy le dijo algo así como:

– Dejalo vos, así son los hombres, siempre quieren estarlo controlando a uno.

Ella me preguntaba porqué deseaba verla afuera y no dentro del centro de masajes. Le expliqué mi temor a ser sorprendido a medio polvo por algún operativo «Tormenta de fuego» o algo por el estilo.

Supe que ella tenía un hijo de tres años y que era madre soltera. Su cuerpo no daba ningún detalle de haber parido a un ser humano. Esto no me sorprendió, ya me había pasado antes. Recordé la ocasión cuando una bailarina nocturna me dijo que acababa de parir y como yo no le creía se apretó el pezón izquierdo y me dio a beber de su leche materna.

La lectora

A Holy le gustaba Jaru, le gustaba mi apartamento y le gustaba yo. En varias ocasiones pasamos la noche juntos. Cuando me iba a trabajar por la mañana me arreglaba la corbata, me hablaba de su madre, que deseaba entrar a la U. Sus pláticas indicaban que deseaba una vida normal. Comenzaba a hacerme los típicos comentarios que las mujeres hacen cuando comienzan a encariñarse con un hombre.

A mi la relación me funcionaba bien, simplemente no pensaba mucho que durante el día estaba metida en los centros de masajes. ¿Quién era yo para juzgarla? De alguna manera la había iniciado en el rubro. Si en esos primeros días yo la hubiera tratado mal, a lo mejor se habría retirado, no lo sé, ciertamente nunca traté mal a ninguna chica.

Holy comenzó a leer algunos de mis libros, al principio creí que lo hacía para tratar de impresionarme. Sin embargo, una plática superficial me indicó que había leído un par de obras fuera de lo comunes; nada de Paulo Coelho o basura por el estilo.

Se llevaba los libros al trabajo y las chicas del centro de masajes le apodaban «la lectora». A veces, al mediodía, cuando sabía que yo estaba en mi hora de almuerzo me mandaba fotos desnuda. Me decía que pensaba en mí, que deseaba que fuera ya de noche.

Un día, mientras la esperaba fuera de su lugar de trabajo escuché disparos dentro de la casa y las chicas comenzaron a gritar. Un tipo salió huyendo en su automóvil a toda prisa y yo me bajé corriendo. El sujeto le había disparado a la amiga de Holy, y también le había disparado a ella…

La tomé en mis brazos y la llevé a mi auto, otra de las chicas me alcanzó su bolso, en el mismo iban sus cosas y el libro «El retrato de Dorian Grey», de Oscar Wilde. Holy falleció en el Mario Rivas dos horas después.

Final

Contemplo mi rostro en el espejo del baño, veo que sigo siendo joven, que sigo vivo y que soy como el retrato de Dorian Grey. Observo mi semblante marcado por el vicio, marcado por el deseo. Veo mi verdadero yo detrás de mi rostro común y corriente. Estoy sano pero pude no estarlo, estoy vivo pero pude haber acabado muerto. Me veo fijamente y cierta tristeza me llega al pensar que siempre fueron ellas las que sacaron la peor tarde.

Me acosté como con 40 prostitutas, y fueron ellas las que se llevaron la peor parte. Ahora solo quiero una vida normal, una vida como la que deseaba Holy.

Relatos de un ex cliente de centros de masajes: Parte 1, Parte 2, Parte 3.