Centros de masajes en San Pedro Sula: relatos de un ex cliente 1/4

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En un centro de masajes las chicas desfilan frente al cliente, quien escoge su preferida.

San Pedro Sula, Honduras. Hola a todos, me llamo Michael y soy adicto a la prostitución. Como ustedes saben en San Pedro Sula la mayoría de los centros de masajes fueron la fachada del comercio sexual. Pero estoy seguro que también se enteraron que la mayoría de dichos negocios han sido cerrados por las autoridades.

El actual gobierno en los últimos años le declaró la guerra a la prostitución. Los operativos de las autoridades han sido celebrados por los medios de comunicación. Este hecho me parece curioso debido a que fueron esos mismos medios de comunicación, los que se lucraron con los anuncios de los centros de masajes durante años. Pero la doble moral es moneda corriente en nuestra sociedad, me atrevería a pensar que es parte de nuestra identidad nacional.

San Pedro Sula, la ciudad del pecado

Corría el año 2008 y yo tenía 20 años. Vine a San Pedro Sula desde Santa Rosa de Copán porque me dijeron que aquí podría olvidar. Yo sobre todo quería olvidar y la capital industrial parecía la ciudad perfecta para ello. Tuve una adolescencia difícil, padecí de depresión desde temprana edad, tenía ideas suicidas y me decía que al cumplir los 27 años me iba a quitar la vida.

Mis pocas habilidades sociales no me permitieron tener novia, sin embargo, había vivido un drama especialmente intenso con una compañera en la UNICAH del occidente del país. Ella fue la razón de querer huir hacia la costa norte. Mi primer objetivo al llegar aquí fue dejar de ser virgen y estaba decidido a lograr dicho propósito. La solución la encontré entre los clasificados de un conocido diario de la ciudad.

La primera vez

A mis oídos ya habían llegado los rumores que en los centros de masajes se le podía pagar por tener sexo a la chica que te atendía. Había escuchado esos rumores porque me convertí en un explorador de la vida nocturna de la ciudad. Salía a embriagarme con un grupo de nuevos amigos pero seguía sin tener suerte con ninguna mujer.

Y allí estaba caminando con serias dudas por el centro de San Pedro Sula hasta llegar al hotel Saint Yorch. El recepcionista me dijo casi sin mirarme que tocara la puerta de la habitación número 23. La chica que me atendió se hacía llamar Nicol y me dijo como disculpándose que el resto de las chicas habían ido a buscar almuerzo, que solo estaba ella. No pude evitar sonreir puesto que Nicol era especialmente hermosa. Ella no sabía que solo con el hecho de haberme dirigido la palabra ya me hacía sentir bien.

Minutos después le daba a Nicol 1,300 lempiras mientras me ponía cómodo en una cama matrimonial con el aire acondicionado encendido a toda potencia. Así fue como ocurrió, así fue como a los 20 años, acostado en una cama de un hotel del centro de San Pedro Sula, vi como Nicol se despojaba de su toalla de baño y me mostraba su hermoso cuerpo de mujer.

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Las fotos sugestivas incitaban a los clientes a lo prohibido.

Enamorarse de una prostituta

Confieso que en ese momento me dieron deseos de llorar. Me sentía como Cristobal Colón divisando tierra firme después de una gran incertidumbre. El cuerpo macizo y cálido de Nicol me llamaba. Me invadieron los nervios pero ella, quien estudiaba enfermería en la UNAH-VS, fue sumamente paciente conmigo. Cuando caminaba de regreso por las calles se me venían a la memoria las imágenes de ese pasado inmediato que acababa de vivir. Me dije que estaría bien, que la ciudad al fin me había recibido, que nunca más volvería a sufrir por amor y que definitivamente no me iba a enamorar de una prostituta.

Semanas después estaba subiendo nuevamente por las escaleras del lobby del hotel Saint Yorch, otra chica me abría la puerta. Fue allí donde conocí al resto de las masajistas del lugar. Todas tenían entre 18 y 25 años, a su manera todas me parecieron atractivas. Entre ellas estaba Nicol, sonriéndome desde la fila que hacían frente a mí. Nicol, a quien le había confesado mi virginidad y se la había obsequiado, vio con ojos de sorpresa cuando en lugar de ella, elegía a Michell: una voluptuosa chica que tenía un extraño tatuaje en su espalda baja.

No, yo no iba a enamorarme de una sola prostituta, iba a enamorarme de todas…

Lea el próximo sábado:

Centros de masajes en San Pedro Sula: relatos de un ex cliente 2/4