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sábado, mayo 18, 2024

Siempre adelante

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TIEMPO, el Diario de Honduras, es víctima del peor atentado a la libertad de expresión y de la libre empresa que se registran en la historia de la patria. Sin duda deliberadamente, con cálculo malvado e implacable determinación, se pretende consolidar el régimen totalitario, con el tapujo de la “defensa del sistema”.

Nuestro país, en la época moderna, ha padecido la dominación extranjera sin interrupción, al punto de ser el de mayor sometimiento entre los países de la angostura centroamericana, la “república bananera” emblemática, y, por lo tanto, impregnado de esa segunda naturaleza, principalmente en lo relacionado con el gobierno, la política tradicional y la élite económica.

Esa caracterización del comportamiento de la clase dominante, sin embargo, no se había hecho tan patente en su crudeza como en este momento crucial, en el que se le asigna a Honduras –al pueblo hondureño— un rol experimental de terrorismo de Estado que elimina el principio de la soberanía nacional y de la autodeterminación en el concierto mundial.

En este inicio de la era posmoderna, de la nueva era del conocimiento, de la información, de la comunicación y del surgimiento de relaciones sociales de autenticidad democrática, los medios de comunicación social (MCS) en sus diferentes modalidades y alcances constituyen la piedra angular del desarrollo, que necesariamente apunta a la democracia plena, a la reivindicación de la soberanía popular, fuera de las argucias de los maniqueísmos ideológicos.

En lo que a nuestro país concierne, TIEMPO, el Diario de Honduras, ha sido, desde su fundación hace 45 años, el adalid del desarrollo en su amplia concepción democrática, vale decir político, económico, social, cultural, y, si cabe, espiritual.

Ha actuado, como medio legítimo de comunicación social, en defensa sin claudicación de los derechos humanos, de freno al militarismo y los embates del autoritarismo, y, en síntesis, de balanceador en las contradicciones y conflictos políticos, económicos y sociales de la sociedad hondureña, siempre con vocación liberal, de libertad y sentido de justicia.

Es obvio que la historia de Honduras del último medio siglo fuera otra, mucho más trágica y vergonzosa, sin la presencia de Diario TIEMPO. Basta con revisar sus páginas, pero sobre todo sus luchas y sus propuestas, para certificar esa entrega al interés de la patria y al bien común. Una actuación que le vale el reconocimiento público, y, por supuesto, la animosidad del entreguismo y el latrocinio vernáculo.

Estamos, pues, en una nueva encrucijada, la más dura de todas a lo largo de la existencia de esta empresa ejemplar, de la que se enorgullece el periodismo nacional y todos aquellos que de verdad aman a Honduras. Nos amenaza la asfixia, a través de esa brutal embestida de la sinrazón y la determinación dictatorial devenida en sistema.

Pero estamos de pie, con la frente alta y el corazón entero. Necesitados del apoyo nacional y de la comprensión justiciera, pero, como siempre, con el mismo sentido del deber cumplido y por cumplir.

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