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sábado, abril 27, 2024

Indignados de viaje

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La presencia de un grupito de la llamada Oposición Indignada en la sede de la OEA, en Washington, para respaldar el proyecto oficialista de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), responde al ya típico manipuleo en el proceso de decantación que experimenta todo movimiento general indignación, en tanto fenómeno político-social.

El proyecto MACCIH, elaborado y promovido por el ciudadano presidente Juan Orlando Hernández para oponerlo a la demanda del Movimiento Indignado de instalar en Honduras una Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad (CICIH), logró su objetivo de evitar la oportuna, independiente e inapelable intervención supranacional de Naciones Unidas (ONU).

Para conseguir esa meta se recurrió a lo que se denomina “diplomacia desde arriba”, precisamente en el interés de desarticular la acción de las bases del colectivo nacional, en este caso el Movimiento Nacional de Indignación, para darle al gobierno de Honduras una ruta de escape a su inocultable participación estructural en la corrupción e impunidad como piedra angular del sistema.

De allí la preferencia por la OEA, que no ofrece la confianza ni la seguridad para realizar la tarea de depurar, modernizar y darle integridad al sistema judicial en nuestro país, para lo cual se ha recurrido a la aplicación del método inventado para mediatizar el fenómeno de la indignación, el conocido masaje mediático del éxito (falso) de las apodadas “primaveras”, la “primavera catracha” en lo que concierne a Honduras.

La falsedad de estas “primaveras” se advierte en los resultados, de frecuente fracaso, incluso a corto plazo, pero, sobre todo, si se advierte que la naturaleza del fenómeno de la “indignación”, por su característica multitudinaria –diferente del clásico agrupamiento de masas—no admite liderazgos personales concretos, en tanto esa clase de aglutinación es en función de una meta central común, de un anhelo o proyecto compartido por las diferentes individualidades que conforman el movimiento, y que, como individualidades, conservan cada una su idiosincrasia y sus propios intereses.

En lo que a Honduras respecta, aparentemente la idea-fuerza, el objetivo central del Movimiento Indignado estaría planteado en el combate a la corrupción y la impunidad, pero como si se tratara de un órgano extraño insertado en el cuerpo del sistema. De ahí el obsesivo afán de acudir, de manera excluyente, al apoyo internacional para únicamente darle transparencia, calidad ética y organicidad a la administración pública y a la impartición de justicia.

Si observamos con más atención el fenómeno de la Indignación en la sociedad y el pueblo hondureño, nos percataremos de que el reclamo de la CICIH y el sesgo programado para instalar la MACCIH siempre fue una cuestión limitada –y de alguna manera utilizada artificiosamente—en aprovechamiento del anhelo general, supremo, de darle un cambio estructural e incluso ideológico, a todo el sistema, para lo cual es imprescindible la intervención del poder constituyente.

Eso significa, en primer lugar, la canalización del Movimiento Nacional Indignado a través de la consulta popular directa –plebiscito o Asamblea Constituyente Originaria–, que, de ahora en adelante, es el desafío por encarar y en donde los partidos políticos de nueva generación tienen la inédita oportunidad e impostergable alternativa de trascender como realizadores de legítima reconstrucción nacional y de soberanía.

 

 

 

 

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