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miércoles, abril 24, 2024

Nuila, amigo de la naturaleza

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Oscar Aníbal Puerto Posas

“Vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?” (Pablo Neruda)

Pocos hondureños han amado tanto a Honduras como Ramón Wilberto Nuila Coto. Porque pocos, muy pocos la han conocido tan intensamente. “Tribuna Agropecuaria, al servicio de la agricultura nacional desde 1982” fue el pretexto para que el periodista recorriera, con ojo avizor nuestra lauta geografía. Un “trailero” habrá viajado más que Nuila, no lo dudo. Pero ha viajado a ciegas. Nuestro personaje, en cambio, llevaba cámara fotográfica, grabadora para sus entrevistas con el hombre y la mujer del campo; lo más sublime de la demografía patria. Y libretas taquigráficas que me imagino que su esposa Magda Sabillón y sus muchachos están en la tarea de catalogarlas para el disfrute espiritual de las nuevas generaciones.

Fue experto en vegetaciones. Conoció, palmo a palmo la sinuosidad de nuestros grandes ríos. Quedan testimonios iconográficos que lo demuestran. Se deleitó en la majestuosidad de nuestros depósitos de aguas quietas: Lago de Yojoa o Taulabé; Lago de Caratasca o de Cartago; Laguna de Bruss o de Cartina. Laguna de Criba o de Río Negro, Laguna Guaimoreto, Laguna de Los Micos, Laguna Ticamaya… En todas ellas posó su mirada inquieta.

Conoció nuestro dominio insular, del Atlántico y del Pacífico. Las huellas de su amor quedaron grabadas en múltiples esteros y dilatadas playas. Las huellas del amor no se borran nunca. Ha partido, escogió el 30 de octubre para hacerlo. No sin antes –cito a Neruda- “hundir su mano turbulenta y dulce en lo más genital de lo terrestre”.

En “Tribuna Agropecuaria” con 33 años de publicación sabatina, encontraron alero hospitalario sus maravillosos reportajes. Incluso se refirió a algunas bestias, cuyo remoto origen se remonta al neolítico. Estuvo en un criadero de iguanas. No recuerdo en cual de nuestras remotas soledades. Descubría los pájaros por su trinar y su vuelo. Los fotografiaba en su hábitat. Fue como un sacerdote de nuestra naturaleza. Pudo haber hecho mucho dinero como guía turístico o como organizador de excursiones ecologistas. Pero nunca se trazó ese objetivo. Vivió modestamente con los ingresos que le procuró “La Tribuna” y algunos espacios radiales, desde donde lanzaba al aire sus mensajes.

Concitó el interés de la ciudadanía culta. No escribía para el goce de las elites privilegiadas. Con mucha frecuencia, señalaba problemas de depredación ambiental, jamás tuvo la suerte que las autoridades lo escucharan. Fue el primero en prevenirnos de la erosión acelerada del suelo. Un fenómeno inquietante, consecuencia de los rapaces métodos de explotación capitalistas, orientados hacia la realización de un máximo de ganancia en un mínimo de tiempo. La erosión, según un especialista serio, el alemán Liebig, destruye la capa vegetal del suelo. Ello está provocando la escasez alimentaria y, de no detenerse a tiempo convertirá al mundo en un desierto.

Es una pérdida de veras, no es metáfora manida- para Honduras. Era nuestro único Master en Comunicación Agrícola, egresado de la Universidad de Colorado, EE.UU. Sobre su tumba podrían colocarse las palabras del Adonais de Selley: “Se ha hecho uno con la naturaleza”.

 

 

 

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