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domingo, abril 28, 2024

Crítica de la razón migrante

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Víctor Manuel Ramos

Ha estado, abierta al público capitalino y hondureño, en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa (CCET), la interesantísima exposición itinerante: Crítica de la razón migrante, que contiene una importante recopilación de eventos y exposiciones sobre el tema, que se han desarrollado en España, para poner en primer plano de la mira el problema de la migración y su contexto en el plano del respeto de los derechos humanos. La exposición es obra de Carolina Bustamante y Francisco Godoy Vega.

El proyecto fue seleccionado por Inéditos, de la Fundación Montemadrid, una importante organización dedicada a  la realización y presentación de proyectos expositivos de arte contemporáneo en apoyo a las jóvenes generaciones de artistas españoles.

Los expositores están interesados en explicar la “razón” de las migraciones en un mundo cada vez más dominado por el capitalismo que, con el desarrollo de una élite, conduce al resto de la población a la pobreza y la miseria. España ha sido, durante los últimos 20 años, el destino de miles de migrantes provenientes de África subsahariana y tal migración ha representado múltiples problemas, vistos los migrantes, desde diferentes puntos de vista: el gobierno, los españoles xenófobos y los españoles a quienes les enfada la miseria y el maltrato que reciben estos seres humanos. Los expositores nos proponen la discusión y el pensar para que seamos parte de la acción de derribar todos los muros -los existentes y los propuestos- que impiden la movilidad libre a que tenemos derecho como ciudadanos del mundo.

El tema cobra muchísima actualidad, en este momento, con motivo de la masiva migración provocada por las guerras provocadas por los líderes europeos en los países del Norte de África y en Irak y Siria. Las multitudes de hombres, mujeres y niños que huyen de la guerra han desbordado la imaginación, incluso. Y las imágenes que nos presentan las agencias noticiosas son realmente conmovedoras, desde la imagen, tantas veces repetida, de un niño ahogado en una playa, hasta la presencia de un súper submarino ruso equipado con unas 200 cabezas nucleares en las costas Sirias que nos descubre los intereses geopolíticos en juego que no tienen nada que ver con los ciudadanos de esos países en guerra – entendida como interacción de ejércitos o de pandillas o grupos radicalizados- provocada desde el extranjero.

No podría dejar al margen la propia situación centroamericana. La tragedia que nos ronda día a día, sobre todo a aquellos compatriotas que deben abandonar el país para ir tras el sueño americano, sueño que para muchos se transmuta en muerte, violación, secuestro, extorsión y, si logra llegar al suelo norteamericano, la explotación esclavista al estilo siglo XX.

En una conferencia que dictó el Dr. Carlos Sandoval García, en un evento patrocinado por FLASSO Honduras, con mucha riqueza de discusión entre los asistentes, se concluyó que las migraciones masivas y forzadas son el resultado de la implantación de un capitalismo salvaje, de la teoría del neoliberalismo mediante la cual, nuestros Estados se vuelven más dependientes de las metrópolis, llevan a la quiebra la industria local y permiten que el capital transnacional se instale, en condiciones que permiten la explotación de los trabajadores con sueldos miserables y condiciones de trabajo injustas, que en vez de mejorar las economías han conducido a la quiebra, a la inflación exagerada, a la criminalidad y la a necesidad de escapar en busca de un panorama mejor. Ha conducido a Estados realmente fallidos.

En la exposición del CCET hay mucho que ver en un espacio relativamente pequeño. Pero si se va con ojo avizor se podrá ver mucho, sobre todo, nos enteraremos que lo que ocurre a los migrantes en España es casi lo mismo que ocurre a los nuestros en México y USA, lo mismo que ocurre a los sirios en Hungría y otros países europeos, muy a pesar de que, para los países receptores, la migración es una necesidad como reza uno de los lemas de una protesta en Madrid: “sin nosotros no se mueve el mundo” y muy a pesar de eso, se les trata de manera inhumana y se les dan condiciones laborales infrahumanas, con mirada discriminatoria: “Si eres oscura y procedes de Cuba o República Dominicana, eres puta; si eres colombiano, eres traficante o vendedor de droga”. Slogan que mucho se parece a lo que predica el precandidato presidencial norteamericano Trump, para quien los mexicanos son criminales.

Saldrán de la exposición con la plena convicción de que es necesario enfrentar con hidalguía este problema mundial, de impedir que ocurra lo que ocurrió a Samba Martine, solo un ejemplo, de 34 años, nacida en República Democrática del Congo, retenida  en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, España, quien solicitó asistencia médica más de 12 veces y que murió en el hospital de una enfermedad curable. Su caso fue archivado.

Recién conté la exitosa historia de Alba López. Una mujer ecuatoriana de garra que logró que el gobierno belga les reconociera los derechos plenos a los migrantes. Pero estos son los casos excepcionales, la gran mayoría o muere en el camino o son nuevamente deportados, o se insertan en sus nuevos destinos a vivir como inmigrantes -al margen de la ley- utilizados y explotados, convertidos en los esclavos exiliados del neoliberalismo.

Manuel Zelaya ha planteado reiteradamente que la migración es un derecho. Y eso es verdad, pero en el caso de nuestros compatriotas, más bien son exiliados económicos, como lo dije arriba y exiliados políticos que huyen de la guerra de las pandillas y la criminalidad, amparadas por el aparato estatal. De tal manera que emigrar es un derecho, pero no migrar, no tener que abandonar la tierra en que se nació, empujado por circunstancias adversas, también tiene que ser un derecho.

Y esto último solo será posible si nuestros países despiertan y retoman la conducción de sus destinos y abogan por sociedades más justas, con una redistribución moralmente aceptable de los excedentes y una prevalencia total del disfrute de los derechos humanos. Si la ONU defiende los derechos de la humanidad y no los de las potencias que hacen y deshacen a vista y paciencia del Consejo de Seguridad. De esa suerte, la migración como obligación frente a la desgracia no tendrá razón de ser.

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