De adicto a abanderado: la resurrección de Michael Phelps

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Hace dos años, Michael Phelps estaba ingresado en una clínica de rehabilitación por sus problemas con el alcohol y marginado por su federación de los Mundiales de natación de Kazán. Pero el renovado «Tiburón» se recuperó casi con la misma velocidad de sus brazadas y está listo para seguir escribiendo historia en sus -¿ahora sí?- últimos Juegos Olímpicos.

Cuatro años después de anunciar su retiro tras Londres 2012, el máximo medallista olímpico de todos los tiempos no sólo estará en Río de Janeiro, sino que será también podrá cumplir el sueño de llevar la bandera estadounidense en la ceremonia inaugural del viernes.

«Tener esta oportunidad es un sueño hecho realidad. Poder liderar a toda la delegación de mi país es algo que nunca siquiera había imaginado. Anoche, me dio la noticia un integrante del cuerpo técnico y creo que mostré la sonrisa más grande de toda mi vida», expresó hoy
en una rueda de prensa en Río.

Sus propios compañeros de la delegación no dudaron en reconocer la trayectoria de Phelps, que tras sus 18 oros, dos platas y dos bronces olímpicos tendrá finalmente el honor de portar la bandera de su país en unos Juegos. Será el segundo nadador estadounidense en hacerlo después de Gary Hall Jr. en Montreal 1976.

Para el nadador nacido en Baltimore, se trata de un reconocimiento aún más importante que su colección de medallas. «En Sidney sólo quería formar parte del equipo. En Atenas quería ganar un oro para mí país. En Pekín quería lograr algo que nadie hubiera hecho antes. En Londres quería hacer historia. Y ahora quiero marchar en la ceremonia de inauguración, representar a mi país de la mejor forma posible y que mi familia se sienta orgullosa», dijo el abanderado tras ser nominado oficialmente por el Comité Olímpico de Estados Unidos.

«Poder ser abanderado es algo que ni medité. Acepté al instante. También forma parte de cómo me tomo los Juegos Olímpicos ahora. En otras ediciones, me la pasaba todo el tiempo con los auriculares y mi música. Ahora, poder estar en contacto con atletas de otros países, desde los más grandes hasta los más pequeños, es un factor que no tiene comparación», añadió.

A sus 31 años, Phelps está disfrutando sus quintos Juegos Olímpicos como si fueran la primera vez. Apenas aterrizó en Brasil, el astro de la natación se dirigió junto a su equipo directamente al Estadio Acuático Olímpico, sede de las competiciones de natación en el Parque Olímpico de Bara da Tijuca. Y tras colocar la bandera estadounidense en uno de los muros, se lanzó a la piscina para probar el agua.

También pudo disfrutar de un casual encuentro en la Villa Olímpica con el serbio Novak Djokovic, otra de las mega-estrellas de los Juegos.

Phelps competirá en Río en los 100 y 200 metros mariposa, así como en los 200 estilos tras realizar la que calificó como la preparación «más dura de los últimos diez años». Además, podría estar en varias pruebas de relevos. Se ganó el derecho en los «trials» estadounidenses en Omaha, donde sorprendió por su buena forma y superó a todos sus compañeros de equipo, incluyendo a Ryan Lochte.

Grandes rivales en la piscina, ambos serán ahora «los viejos del equipo», según reconoció Phelps en su Twitter al saludar hoy a Lochte por su cumpleaños número 32 con una foto «selfie» de los dos. Las máximas figuras del «Big Four» de la natación estadounidense son en la actualidad dos «niñas»: Katie Ledecky y Missy Franklin.

Rodeado y mimado por sus compañeros, Phelps parece encontrar en el equipo la contención que no tuvo en su convulsionada vida en los últimos años. En abril 2014 decidió poner fin a su retiro, pero pocos meses después fue detenido en Baltimore por conducir ebrio y en
exceso de velocidad.

Era la segunda vez que afrontaba cargos por conducir bajo los efectos del alcohol -la anterior había sido en 2004- y la federación estadounidense de natación decidió suspenderlo por seis meses y excluirlo de los Mundiales de 2015 en Kazán.

Phelps se dio cuenta que necesitaba ayuda y decidió entonces internarse por seis semanas en un centro de rehabilitación. «Me interné porque estaba en un punto en mi vida en el que algo debía cambiar», diría tiempo después a la cadena NBC.

En los dos años que pasaron desde entonces, Phelps se recuperó y volvió a competir en buen nivel. «Tengo 31 años y estoy nadando casi más rápido que nunca», dijo recientemente.

Pero más allá de los tiempos, el astro de la natación siente que llega a sus últimos Juegos con otra autoestima y una forma diferente de ver las cosas, en especial tras la llegada de su hijo Boomer, de dos meses.

«Antes sólo me veía a mí mismo como un nadador. Eso era todo. Nada más. No tenía autoestima, ni amor propio», recordó. «Ahora amo lo que hago, cómo vivo, y es por eso que las cosas funcionaron tan bien para mí estos dos años».

Superados sus problemas, el renovado «Tiburón» ahora sólo desea que su despedida en Brasil, donde tiene previsto retirarse definitivamente, sea acorde a su prestigio. «En Río espero poder terminar el asunto así como yo lo quiero. Es muy importante para mí».