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sábado, abril 27, 2024

Un día de pesadilla para un internauta

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Las redes sociales son la gran sensación de Internet. Han sabido conquistar a personas de todas las edades que suelen pasar muchos minutos del día metidos en estos lugares informándose, compartiendo contenidos, mirando fotos, videos, etc.

Las hay de todo tipo y para todos los gustos, pero hay personas que han llegado a volverse casi viciosas o adictas a ellas: quienes no dejan de tuitear -incluso hasta la más mínima acción que hagan-, quienes pasan horas mirando fotos en Instagram o quien comparte cada cosa que lee en Facebook.

El protagonista de esta historia era uno de esos que pasaba pegado al celular mirando fotos y videos y un día esa adicción se volvió su peor pesadilla

Sonia era una actriz que comenzaba a hacer sus primeras armas en la televisión de su país. Pero eso no le impidió saltar a la fama rápidamente. Actuaba en telenovelas e iba como invitada a algunos programas nocturnos estelares.

Su gran belleza y talento habían deslumbrado a todos sus fanáticos. Como muchos famosos, se hizo una cuenta de Instagram donde subía diferentes fotografías de su vida. Subía de todo: una comida que le pareció deliciosa, comprando en algún centro comercial, en la playa, etc. Una foto suya en bikini era capaz de ganar muchísima atención de su público masculino. Ella lo sabía y le gustaba que le reconocieran sus atributos.

Lo que no esperaba Sonia era la cantidad de comentarios negativos y ataques que recibía. Siempre los odiosos eran menos pero había mensajes bastante ofensivos. La chica en un principio se sentía un tanto ofendida pero luego aprendió a pasar por alto lo negativo. “Prefiero quedarme con los positivos que son los que valen la pena”, le comentaba a sus amigos.

Pedro era un tipo callado, un poco tímido y taciturno. Era cariñoso con la gente de confianza y le encantaba escuchar los chistes de sus amigos. Reía a carcajadas con los videos de caídas en YouTube. Era estudiante universitario y estaba sin trabajo. Le encantaba salir con los pocos -pero buenos- amigos que tenía y jugar baloncesto por las tardes en la cancha pública cerca de su casa. Nuncamas88 era su nombre de usuario en Instagram, red social a la que dedicaba gran parte de su tiempo de ocio.

Podía pasar horas mirando su celular mirando fotos y videos que le fascinaban. Un día pasó tanto rato mirando el celular sentado en el baño que al pararse casi se va de bruces al suelo por tener las piernas dormidas.

También le fascinaba comentar todo lo que odiaba. Lanzaba dardos venenosos, a veces muy ingeniosos, a lo que le molestaban. A veces leía conversaciones enteras, larguísimas, que sucedían en las fotos simplemente para dejar sus bombas.

La cuenta de Instagram de Sonia era su predilecta. Ya conocía cada una de las fotos. Las comentó casi todas. Si alguien le hubiera preguntado porque tanto odio contra aquella actriz éste seguramente hubiera dicho: “No sé, sólo lo hago para joder, no es en serio…”.

Un día Sonia subió una foto con su sobrina. El comentario de Nuncamas88 fue tan grosero que Sonia la llamó mucho la atención. De hecho esas palabras le quedarían grabadas por semanas. Cada vez que veía a su sobrina éstas volvían a su mente. Publicó una nueva foto poco tiempo después. Esta vez, tomando sol en una tumbona que estaba en la terraza de su casa y también recibió un regalillo de Nuncamas88. Entre las palabras más amigables se encontraban “puta” y “violar”. Fue el comentario más desconcertante que hubiera leído jamás.

La tercera vez, a propósito de una foto del perrito de Sonia y su chaleco verde, cuando la zoofilia parecía integrarse al rosario del señor Nuncamas88, Sonia notó la coincidencia de nombre. “Maldito morboso” pensó ella. “Como existirá una persona así tan odiosa”. Lo imaginó un tipo horrible, solitario, oscuro, pegado a su aparato electrónico escribiendo semejantes barbaridades. Pero Nuncamas88, en realidad, escribía y después saludaba a su madre de un cariñoso beso y luego salía de fiesta tranquilamente con sus amigos.

La cuarta vez fue un chiste de doble sentido a una foto del plato tailandés que comió junto a su novio en un restaurante. “Al menos tiene sentido del humor”, pensó Sonia. La quinta y la sexta fueron nuevos insultos de alto calibre. Sonia ya no aguantó más. Entró a la cuenta de su “enemigo público” decidida a descubrir quién se escondía tras ese nombre.

No tenía fotos de su persona pero en una de las dos imágenes que tenía publicadas aparecía un lugar de su ciudad que Sonia reconoció. “En la parada del bus rumbo a la Facultad” decía el comentario de la foto. “Con que ahí vive este hijo de…“, pensó. Luego recordó al amigo programador de su novio. Era un tipo fanático de la tecnología y la computación, seguro algo podía hacer.

Tardó tres horas hora en dar con una dirección. “El móvil que se conecta a esta cuenta suele pasar gran parte del tiempo en este lugar”, dijo el programador apuntando a un punto azul que surgía en el mapa que mostraba su computadora. Sonia le dio un beso en la mejilla. “¡Eres un genio! Ahora este tipo se las verá conmigo”, chilló emocionada.

Dos días después Sonia se presentó en la casa de Pedro -alias Nuncamas88- junto a su novio. “Deja que le ponga mis manos encima”, dijo él. Pero ella quería hacerlo a su manera y lo obligó a esperar en el coche en caso que el tipo resultara ser un psicópata asesino o algo por el estilo. Tocó el timbre. Justo Pedro estaba solo en su casa así que no tenía más remedio que abrir la puerta y ver quién era. Apenas abrió la puerta vio a una muchacha guapa pero no reconoció quién era.

-“¿Sí?”, dijo en tono de pregunta

-“¿Nuncamas88?, respondió Sonia.

-“Pero cómo… ¿Qué?”, dijo Pedro, que recién ahí se dio cuenta de quién tenía en frente y se puso blanco de miedo.

– “¡Esto va por mi sobrina que no es ninguna puta!”, gritó Sonia y le dio un fuerte rodillazo en sus testículos.

Pedro se quedó tumbado en el suelo, gimoteando, casi 10 minutos. Sonia se subió corriendo, con la adrenalina a mil por hora, al coche donde la esperaba su novio. Éste aceleró…

Pedró eliminó a Nuncamas88. Sonia sigue subiendo fotos a su cuenta. Todavía recibe comentarios odiosos pero ninguno se ha pasado de la raya.

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