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viernes, abril 19, 2024

Trump, el miserable de alma

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Oscar Aníbal Puerto Posas

Pocos han exhibido una bajeza de alma, en los EEUU, como el magnate Donald Trump. Comenzó con sus ataques soeces y desmedidos contra los migrantes mexicanos; de paso, sus invectivas y denuestos abarcan a toda la población hispanoparlante que habita en el país del norte y que, dando su fuerza de trabajo posibilita su enorme riqueza a cuenta de salarios bajos por trabajos duros y en muchos casos indignos.

Sin la migración latina los Estados Unidos serían poco menos que nada. Pero esto no lo entienden tipos como Trump, que creen que la riqueza es obra de la providencia. En tanto que solo hay riqueza ahí donde se explota la energía humana. Carlos Marx descubrió este nexo entre riqueza y pobreza y por eso fue odiado. El que llega al corazón de los hechos, siempre es repudiado por los poderosos; y a la vez, amado por los oprimidos.

Con todo, hay actitudes teatrales en sus discursos. Donald Trump capta simpatías. Él sabe bien qué es lo que busca y lo está logrando. Sus construcciones mentales las ha hecho a base de mentiras. El hombre en mención es peligroso porque cree en sus mentiras, como Adolf Hitler que creía en la “superioridad de la raza aria” y que el “III Reich iba a durar mil años”. Costó riadas de sangre que no llevara a cabo sus protervos fines. En mayo, se cumplieron setenta años de la derrota del nazi fascismo. Pero no estemos tranquilos, Donald Trump vuelve a la carga y no está solo; según encuestas, quizá sea el próximo candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano.

Su fraseología asusta. La distancia que trata de establecer entre ellos y nosotros merece el aplauso de millones de estadounidenses. Está encima de los otros siete candidatos de su partido y amenaza con lanzar una candidatura libre en caso de que la convención republicana no lo favorezca. Basta ver en televisión cómo le aplauden sus crueldades inauditas. Así las cosas, Trump tiene altas posibilidades de ser el sucesor de Barak Obama, quien no ha sido un gran presidente, pero es razonablemente aceptable. Como decimos los hondureños, “está en sus cabales” (con ello queremos decir, en uso de sus facultades mentales). Trump, no. Hace poco la emprendió contra una mujer talentosa y bella: Megyn Kelly, quien labora para Fox News Channel. Según Trump, a ella “le salía sangre de todas partes”. Insinuando que estaba en su período menstrual.

Cual si fuese un delito y no un proceso natural en la mujer. Trump menosprecia a todo mundo. Para Trump es indigno, torpe y por lo tanto eliminable todo aquel que no ha hecho dinero. Para Trump, los pobres lo son por incapaces. Para Trump, como para Hitler, hay seres humanos que deben de ser eliminados. En cuenta nosotros, los habitantes del mundo subdesarrollado. Trump cree que la riqueza es producto del talento. Si así fuera, Albert Einstein habría sido el hombre más afortunado del mundo. No lo fue. En su tiempo lo fue Henry Ford.

Giacomo Leopardi, uno de los grandes poetas de todos los tiempos, llevó una vida amarga por la pobreza y su salud precaria. Dejó una joya literaria: sus admirables “Cantos”.

Trump es un mal síntoma. Oswaldo Spengler (1886-1936) decía que “cada cultura es un organismo con su propia alma, que nace, crece, llega a la madurez, decae y muere”. Donald Trump es la señal en vivo de la decadencia de la cultura occidental.

Tegucigalpa, M.D.C., agosto de 2015

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