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jueves, abril 25, 2024

Ninguna coincidencia

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El presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, ha sido enfático en su posición de no acceder a la demanda nacional de que renuncie al cargo presidencial, aunque se desplomen los cielos.

Pecho abierto frente a la tempestad, el Ejecutivo guatemalteco reafirma: “No renunciaré y con toda entereza enfrentaré y me sujetaré a los procesos que en ley correspondan”, mientras su gabinete de gobierno se desmorona, por vergüenza, ante las imputaciones penales de asociación ilícita, cohecho pasivo y defraudación aduanera.

La crisis política de Guatemala es, en última instancia, producto de una lucha política y social contra la corrupción y la impunidad, fuertemente articulada con el mejoramiento del sistema judicial asistido internacionalmente, con participación técnica y científica de Naciones Unidas. En ese sentido, es un proceso de saneamiento y fortalecimiento institucional.

Merced a ese proceso de justicia internacionalizada, si se vale la terminología, la vicepresidente Roxana Baldetti fue obligada a renunciar del cargo ejecutivo, mediante juicio político, y guarda prisión en “un lugar especial” de determinada instalación militar, en espera de su juzgamiento.

Hay, asimismo, otros exfuncionarios, supuestamente involucrados en asociación delictiva en el más alto nivel político de este país vecino, y poca duda hay de que, como gustan decir los abogados, el implacable brazo de la diosa Themis caerá sobre los culpables. O sea que la Justicia hará lo que tenga que hacer, para parafrasearlo en estilo catracho.

Las acusaciones contra el presidente Otto Pérez Molina, la vicepresidente Baldetti y demás supuestos componentes de una banda de corrupción administrativa son relativamente menores que las denunciadas —en mayor nivel y trascendencia política y social— en Honduras.

Pero no existe ninguna coincidencia, si a las malditas comparaciones vamos, en el funcionamiento del sistema judicial, ni del Poder Legislativo, y, menos aún, en el comportamiento del cuerpo gubernamental. La explicación de esto es muy simple, según la idiosincrasia hondureña: ¡Somos diferentes! ¡Es que aquí, así es!

La voz de los Indignados en Guatemala, tal vez mejor interactuada, ha logrado activar las fuerzas sociales, hasta el grado de instrumentar la sociedad civil y poner en un brete histórico al Poder Ejecutivo y al sistema electoral chapín.

La Oposición Indignada en Honduras, sin embargo, pareciera ir por el mismo camino. Aunque lentamente, quizás, “como si un presentimiento de amarguras infinitas/hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara”, para citar al romántico poeta José Asunción Silva.

 

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