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miércoles, agosto 14, 2024

Punta Sal, un pedazo del paraíso en Honduras

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Redacción. Si hay lugar que todo hondureño debe conocer es el Parque Nacional Janeth Kawas, llamado así en memoria de una gran ambientalista, pero conocido por todos como Punta Sal, un pedazo del paraíso en Honduras, localizado en la hermosa Bahía de Tela, accesible por cualquier punto de la geografía nacional.

La aventura es extrema de principio a fin. De inicio, porque en el viaje las lanchas impulsadas por motores de 200 caballos de fuerza rompen las olas y causan emociones. Y de regreso, porque con oleaje un tanto más alto que en la mañana, sube completamente la adrenalina.

Punta Sal es uno de los lugares que todo hondureño debería visitar en su vida.

La aventura inicia aproximadamente a las 8 de la mañana. Los operadores de turismo se encuentran en las playas municipales de Tela desde las 7 recibiendo a los turistas. De hecho, puede contactarlos vía Facebook haciendo búsquedas en Market Place.

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El costo del viaje es de 700 lempiras por persona. Casi no hay diferencias de precios y servicios entre los operadores de turismo. Algunos de ellos se ofrecen a pagar el costo del acceso al parque, que es de 30 lempiras.

La ruta de ida toma aproximadamente 30 minutos. Durante el viaje, los turistas van disfrutando de la brisa marina y la vista de la Bahía de Tela al costado izquierdo.

La playa de arena blanca es ideal para caminar y tomarse las mejores fotos.

La primera parada es en la playa Cocalito. Aquí nadie baja de las embarcaciones. Los operadores de turismo únicamente informan a los restaurantes quiénes de los turistas almorzarán en el lugar. Para ello ponen a disposición de los visitantes un amplio menú en el que los protagonistas son los mariscos, aunque también hay platos para todos los gustos.

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Encargados los almuerzos el viaje sigue hacia otra playa. Ahí sí los visitantes descienden de las lanchas y lo hacen para adentrarse en la montaña a través de unos senderos que permiten ver la vegetación.

Pero la mejor experiencia es poder apreciar a muchos monos aulladores en su hábitat natural, al tiempo que el caminante avanza hasta llegar a Puerto Escondido, refugio de piratas siglos atrás.

Las lanchas rompen las olas y causan emociones a los turistas.

De ahí, los visitantes van por otro sendero a Playa Caribe, donde vuelven a abordar las embarcaciones que los llevarán a la que quizá es la aventura más extrema del viaje.

Se trata del cruce del túnel del amor, un paso nadando del extremo de un peñón otro. No siempre es posible cruzar y todo dependerá del nivel del oleaje.

 

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Los pelícanos, así como muchos otros animales, se pueden avistar desde las lanchas.

Después de la respectiva foto al otro lado del túnel, los visitantes vuelven a la embarcación que los llevará a los imponentes farallones de Punta Sal, dónde es posible avistar las aves de la zona.

Son hermosos pelícanos, pájaros bobos y tijerillas los que asoman a la vista de los turistas, mientras los guías explican por qué Punta Sal lleva ese nombre, una historia que nadie se imagina.

Los peñones que salen del mar sin duda son un atractivo adicional del lugar.

Pasando por ahí, llegó el momento de volver, ahora sí, para disfrutar de una de las mejores playas del lugar: Cocalito. Para entonces, el almuerzo –que ya había sido ordenando– estará listo.

La playa de arena blanca es ideal para caminar y tomarse las mejores fotos. Y el agua azul turquesa es mejor lugar para apaciguar el calor del Caribe. Incluso, pueden consumirse bebidas en los bares instalados en el lugar, aunque está permitido llevar hieleras provisionadas.

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El tiempo pasa volando y pronto serán las 2 de la tarde, hora prevista para el regreso a Tela, en un viaje igual de extremo que el de ida, con más emociones por la subida del oleaje.

Atrás quedan recuerdos de una visita a una de las reservas naturales más hermosas del país, pero con toda seguridad esas memorias vendrán almacenadas en la carpeta de fotos de los teléfonos móviles. Punta Sal es uno de los cien lugares que hay que visitar antes de partir.

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