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martes, abril 23, 2024

La Corte y su Divina Comedia

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Marlon

La sociedad civil se reunió la semana pasada para decidir quienes serían sus delegados a la junta nominadora de los magistrados a la corte suprema de Justicia. Ante eso, en los medios sociales abundan los videos y los reclamos de los internautas en donde muestran al abogado Wilfredo Méndez, coordinador de Ciprodeh, ofreciendo a  los líderes de la confraternidad evangélica un dantesco regalo: “Le rogaré a Dios que ustedes vayan al infierno como se lo merecen.”

La ofrenda otorgada por Méndez a los líderes religiosos probablemente está basada en la Divina Comedia de Dante Alighieri de la época medieval.  En aquella obra maestra, el político y poeta italiano Dante,  describe al infierno como un cono con su punta hacia abajo y sus  nueve círculos  en los que los condenados son sometidos a castigos eternos, según la gravedad de los pecados cometidos en vida.  Se supone, entonces, que uno mismo escoge el tipo de infierno al que va a dar.

No se sabe si la invitación  del abogado es para que los líderes de las iglesias vayan al cuarto círculo o al octavo.  De acuerdo con el dantesco infierno,  en el cuarto círculo están los avaros quienes solo se preocuparon por sus bienes materiales. Esta avaricia es la causante de la corrupción en nuestras sociedades.  Por otro lado, está el octavo círculo con diez fosas y en la tercera de ellas  se encuentran  los simoníacos quienes a pura religión vendieron bienes espirituales, u oficios eclesiásticos, como los famosos milagros.

A mediados de los 90s, me tocó  el “honor” de ver como un grupo de mercaderes de la fe, estafaban a la gente en un evento religioso de sanación en el Madison Square Garden de New York. Resulta  que llamaron al estrado a un hombre de unos 40 años quien decía llamarse Paulo Cesar. El dijo que no caminaba desde hacía 15 años. El sanador evangélico, luego de hacer la respectiva invocación  a Dios, le ordenó al pobre hombre a caminar. Y Paulo caminó; cual Lázaro.  Casi toda la gente del estadio empezó a llorar de emoción.

El sanado, luego de caminar un rato, se bajó del escenario dejando atrás  su silla de ruedas.  Con la mirada, lo seguí hasta que él se ubicó en una de las entradas del Madison. Intrigado por  lo que había visto, me fui a parar a la par de Paulo Cesar.

Le dije que acaba de llegar y que quería saber como estaba la cosa. El sujeto contestó como respondería cualquiera de nosotros cuando estamos viendo un aburrido partido de fútbol entre equipos de barrio que ni conocemos: con pura displicencia. Platiqué con él como unos diez minutos. En ninguno de ellos mencionó que acababa de recibir un milagro.

No conforme le dije que él y yo teníamos los mismos calcetines cortos. Contrariado, Paulo Cesar, me mostró sus calcetines altos llenos de musculosas pantorrillas de una persona completamente sana. Al despedirme de él, le dije. “Yo me llamo Marlon y ¿usted?”

El charlatán contestó.“Me llamo Antonio.”

¡Ni el nombre de él era real!
Al margen de cual círculo vayan a dar los líderes de las iglesias,  a invitación expresa del ciudadano Méndez, parece estar claro que la corte ya tiene su Divina Comedia. Mejor dicho Secular Tragedia. Porque esta obra no es divina, ni parece tener un final feliz.

Ante tanto teatro… ¡Que Dios bendiga a Honduras!

@marlonglobal

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