Hondureño crea «ranchito» contra la nostalgia del migrante

Un indocumentado natural de Honduras ha convertido su nostalgia y su estrés en un huerto urbano que crece vigoroso en plena calle en la ciudad de Santa Mónica, un "ranchito" que él cultiva mientras espera el jornal y sin importar si cumple con las regulaciones municipales para jardines.

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Imagen de archivo.

ESTADOS UNIDOS. En 2013 José dejó su natal Honduras y cruzó varias fronteras sin documentos para alcanzar un sueño americano que todavía hoy se le resiste.

Desde bien temprano sale a la calle a la caza de un jornal como peón de la construcción y se acomoda frente a un almacén para ofrecer su mano de obra, igual que otros buscadores de fortuna, a diferencia de ellos, ha convertido las largas y tediosas esperas, en una actividad que le reconcilia con sus raíces.

Hace 6 meses, cuando el estrés por no encontrar trabajo le comía los nervios, decidió plantar una semilla de jitomate en un área verde que estaba totalmente descuidada en una acera en la ciudad de Santa Mónica. Aquel gesto resultó la mejor medicina para sus tormentos, según contó a Univision Los Ángeles.

Esa planta de tomate creció sin importar las regulaciones existentes para esos espacios municipales y fue el principio de lo que ahora viene a llamar su «ranchito»en el que también cultiva rábanos, chile, ajo, frijoles y maíz. Por el momento, la tierra solo le ha devuelto tomates -que ha compartido con sus compañeros de fatigas-, aunque tiene fe en que en un mes pueda sacar la primera cosecha de chiles.

ES

“Me recuerda a mi país. Allá cultivaba con mis hermanos, mi familia”, declaró José, quien desearía poder reencontrarse con su esposa y su hija a quienes dejó en la capital hondureña, Tegucigalpa.

Su huerto le hace revivir los tiempos en los que pasaba semanas en el rancho familiar que trabajaba con sus hermanos y sus cuñados.

Vacas, ángeles y una bandera

El «ranchito» empezó como un arbusto que quedó inmortalizado en los mapas de Google y fue ampliándose hasta ocupar 5 pies de largo y casi todo el ancho de la zona ajardinada. Un tamaño que para José es más que suficiente, reconoció el hombre que pidió mantener el anonimato.

Entre el sembradío, hay figuras de gallos, vacas, aves y un conejo para simular la apariencia de granja, así como otros elementos decorativos que se ha ido encontrando. Una bandera de Estados Unidos corona el palo más alto de su plantación.

Alrededor ha levantado una valla protectora hecha con trozos de madera de la que cuelgan peluches y pequeños ángeles que le dan a la parcela un “mejor aspecto y divertido”.

El huerto de José está acorde con las nuevas tendencias de lo orgánico. Utiliza cáscaras de fruta y hojas secas que encuentra en la basura para crear composta y emplearla como abono y las plantas lo agradecen tanto que sobrepasan el tamaño permitido por la normativa de Santa Mónica para los jardines en las aceras, aunque de eso José no sabe nada.

Admite que su «ranchito», lejos de crearle problemas, le ha supuesto una fuente de satisfacción que le reconcilia con lo que dejó atrás en Honduras mientras espera pacientemente a que pare un auto que le ofrezca un pequeño trabajo con el que salvar el día.