Curiosa. Percy Harrison Fawcett, explorador británico de finales del siglo XIX y principios del XX, realizó múltiples expediciones a la Amazonía brasileña en busca de la legendaria “ciudad perdida de Z”.
Su obsesión comenzó luego de encontrar un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro que mencionaba las ruinas de una gran metrópolis, avistadas por un marinero portugués en 1753.
Varios expertos consideraban que la leyenda de El Dorado era una estrategia de los indígenas para protegerse de la invasión española.
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A pesar de ello, Fawcett y otros exploradores se dejaron cautivar por estos relatos de ciudades llenas de riqueza y emprendieron expediciones en las densas selvas sudamericanas en busca de ellas. En sus diarios Fawcett mencionaba la ciudad mítica como “Z”.
La odisea de Fawcett en Sudamérica
El explorador emprendió múltiples expediciones. En 1906 fue contratado por el gobierno boliviano para cartografiar una región rica en minerales durante la fiebre del caucho.
Fawcett enfrentó desafíos como el terreno hostil, serpientes e insectos, pero completó su misión en sólo seis meses. Regresó a Sudamérica, al menos cinco veces más, para realizar trabajos similares en Perú y Brasil.
Durante sus expediciones, cultivó relaciones cercanas con las comunidades indígenas y escuchó numerosas historias sobre civilizaciones ocultas y ciudades legendarias. Estas narrativas avivaron su obsesión, la cual se intensificó después de la Primera Guerra Mundial.
En busca de «z»
En 1921 se aventuró en una expedición casi solitaria en busca de “Z”, pero el proyecto resultó infructuoso y regresó enfermo al Reino Unido.
En 1924, respaldado por su renombre y apoyo financiero, organizó una última expedición en compañía de su hijo Jack y un amigo de este.
El 29 de mayo de 1925 escribió a su esposa: “Espero estar en contacto con esta vieja civilización dentro de un mes. No debes tener miedo al fracaso”. Esta fue la última vez que se tuvo noticias de él y su equipo.
David Grann, autor del libro La ciudad perdida de Z, explicó: “Antes de ir a la guerra, Fawcett era un hombre racional, pero al estar en batallas como la de Somme, presenció lo que para él era el colapso de la civilización occidental”.
Este hecho impulsó su deseo de encontrar “esta ciudad escondida, casi imaginaria, como antídoto para todo el horror que había presenciado en la guerra”.
El explorador tenía una fuerte convicción de que los indígenas americanos tenían la capacidad de construir tales estructuras. Esto en contraste con las creencias de muchos científicos europeos de su tiempo.
Grann destacó: “Creo que uno de los méritos que le podemos dar a Fawcett es que él de verdad creía que los indígenas en América eran capaces de construir grandes ciudades y civilizaciones”.
El legado de Fawcett
Aunque Fawcett no logró descubrir la ciudad de Z sus expediciones y observaciones contribuyeron significativamente al conocimiento de la selva amazónica, uno de los entornos más desafiantes y aislados del mundo.
Además, las áreas donde buscó se descubrieron rastros de antiguos asentamientos humanos. “En el área donde Fawcett desapareció y estaba buscando la ciudad Z, encontraron 20 asentamientos precolombinos, conectados por calzadas, que tenían restos de puentes, fosos y elaborados sistemas de riego”, reveló Grann.
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Fawcett se convirtió en una figura legendaria que inspiró al personaje de Indiana Jones y sirvió de base para la novela El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle. En 2017 se estrenó la película La ciudad perdida de Z, dirigida por James Gray, que narra las aventuras de Fawcett en la búsqueda de la mítica ciudad.
A lo largo de los años, numerosos intentos por encontrar a Fawcett y su equipo en la selva amazónica han resultado infructuosos. Su historia perdura como un poderoso ejemplo de perseverancia y obsesión en la búsqueda de lo desconocido.