REDACCIÓN. Lo “bonito” del tuning es que, si la legislación lo permite, cada uno puede hacer con su coche prácticamente lo que quiera. Eso no implica necesariamente buen gusto, pero es garantía de creaciones peculiares y en algunas ocasiones únicas, como es el caso de este Frankenstein de los autos.
Hay quienes buscan que su bólido sea algo original, con rasgos propios que lo diferencien de cualquier otro automóvil. Otros, en cambio (y es una práctica bastante habitual) cogen elementos de aquí y de allá, para luego mezclar en su vehículo piezas de distintos coches.
Joshua Opheim se dedica a ello de manera regular y su último proyecto resulta llamativo, se mire por donde se mire. Aunque a priori sea difícil de identificar, la base del vehículo es un Honda, concretamente un S2000 que encontró accidentado.
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Esto, que para muchos sería básicamente chatarra, el lo vio como una oportunidad para crear un coche completamente a su gusto.
Propio vehículo
La base del deportivo nipón era buena para desarrollar su propio vehículo, pero en lugar de darle una carrocería original, decidió incorporar elementos que fueran propios de algunos de sus coches favoritos.
La parte delantera es en la que se aprecia más el modelo de origen, puesto que la luna delantera, el capó o los pasos de rueda apenas se han modificado y presentan una configuración bastante reconocible.
Sin embargo, el frontal propiamente dicho es otra cosa: se han eliminado los faros estándar para reemplazarlos por dos tiras LED verticales en cada lado, cuenta con una gran entrada de aire central y el paragolpes es bastante voluminoso, contando incluso con un splitter.
Pasando a la zona intermedia, por el momento el bólido no tiene puertas. Pero, a cambio dispone de un techo duro, por lo que ha dejado de ser un descapotable.
Sin embargo, la parte que más destaca y donde se puede apreciar una mayor mezcolanza de rasgos procedentes de otros coches en la zaga. Es un popurrí de elementos que serán bastante reconocibles para el ojo experto.
Lo primero que llama la atención es la fina tira de LED trasera que en realidad procede de un Audi eléctrico. Por encima de ella asoma un sistema de escapes dobles en una posición que deja claro que se trata de uno procedente de McLaren. Aunque el creador no deja claro de qué modelo en concreto.
El alerón tipo cola de pato lleva a pensar directamente en Toyota. Aunque sobre este elemento tampoco da información. Por último, y esto si que es algo difícil de sacar, el difusor trasero pertenece nada menos que a un Ferrari F430.
Falta por saber si también ha realizado cambios mecánicos o algún swap de motor, algo bastante probable, pero sobre lo que tampoco ha dado información. Y es que para completar el proyecto y hacerlo realidad, Opheim ha invertido dos años de trabajo.