REDACCIÓN. El pasado 29 de mayo de 2025 comenzó como cualquier otro día para Mártir García Benegas y su hijo de 10 años, Mártir García Lara. Sin embargo, terminó de forma abrupta con ambos de regreso en Honduras, un país que ya no sentían como suyo.
Ese día, Mártir despertó a su hijo antes del amanecer. Se duchó, se vistió y caminaron juntos al Edificio Federal en el centro de Los Ángeles para asistir a una cita migratoria, como les habían indicado. No imaginaban que, horas después, se separarán del resto de su familia y deportados.
“Temía que me deportaran y no podía dejar a mi hijo, así que me lo llevé”, contó el padre con voz firme, pero con evidente tristeza. Lo que siguió fue un proceso frío: traslado a Houston, luego un vuelo hacia San Pedro Sula y, finalmente, el regreso forzoso al pueblo de donde huyeron en 2022, Santa Cruz de Yojoa.
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Para Mártir Lara, el golpe emocional ha sido devastador. Cursaba cuarto grado en la Escuela Primaria Torrance, en California, donde había hecho amigos y había encontrado una rutina que sentía como propia. “Todos mis amigos están allá… los extraño mucho”, dice con la inocencia de un niño que no pidió partir.
Su hermano mayor, Kevin, permanece en California, estudiando en la universidad y viviendo con familiares. Para Mártir Benegas, esto no es un consuelo. “Me duele que Kevin se haya quedado. Ha estado conmigo toda su vida”, expresó con la voz quebrada por la separación.
Ambos enfrentan ahora una realidad que ya no reconocen. Desde Honduras, Benegas ha iniciado gestiones legales con un abogado para intentar obtener una visa que permita a su hijo regresar a Estados Unidos. Sabe que el camino es largo y complicado. Sin embargo, no tiene otra opción.