Redacción. El satélite europeo Salsa se desintegró ayer domingo tras 24 años de servicios a su entrada a la atmósfera por un lugar seleccionado por la Agencia Espacial Europea (ESA), sobre una zona deshabitada al sur del océano Pacífico, en una operación innovadora para el control y la supervisión de la basura espacial.
En un comunicado de la ESA, Bruno Sousa, director de operaciones de Cluster, la misión de la que forma parte Salsa con otros tres satélites similares para estudiar la magnetosfera, el escudo magnético de la Tierra, explica que en enero se procedió al ajuste de su órbita.
Se trataba -añade Sousa- de asegurarse de que se produciría “su caída final desde una altitud de aproximadamente 110 a 80 kilómetros”. Esto porque eso daba “el mayor control posible” sobre el lugar en que la nave iba a ser capturada por la atmósfera e iba a empezar a quemarse.
A partir de ese ajuste a comienzos de año, su entrada dirigida en la atmósfera permitía predecir el momento y el lugar por el que se llevaría a cabo sin más maniobras.
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Satélite
Aunque los expertos están seguros de que ningún fragmento de Salsa cayó cerca de cualquier tierra emergida en esa parte del océano Pacífico. Sin embargo, reconocen que todavía tienen pocos datos sobre cómo se comportan las naves espaciales. Es decir, cuando atraviesan las capas más bajas de la atmósfera en su desintegración.
De ahí su interés para hacer un seguimiento para observar el fenómeno con un avión volando a gran altura.
Los otros tres satélites (Rumba, Samba y Tango) cuyas misiones deberían concluir en 2025 y 2026 con su entrada también a la atmósfera terrestre. Estos deben permitir el avance en el conocimiento para abordar el problema de los residuos espaciales. Restos que aumenta con el incremento exponencial del número de objetos lanzados a diferentes órbitas.
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