El georgiano Demna, estilista de Balenciaga, tuvo que huir de la guerra e hizo de la moda un «campo de batalla», empujando los límites con desfiles perturbadores y mensajes impactantes.
Su primer desfile después de la polémica que creó a fines del año pasado tendrá lugar el domingo en «un escenario deliberadamente simple para que todos puedan concentrarse en la colección», prometió Demna, acusado de sexualizar a los niños en una campaña publicitaria.
El diseñador, citado entre las 100 personalidades más influyentes del mundo por Time, hizo su mea culpa y prometió cambiar su «enfoque provocativo» en la forma de diseñar y mostrar su ropa.
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«Siempre he sabido crecer y evolucionar a partir de las pruebas que atravesé en mi vida y ésta es claramente la más difícil de todas», declaró en una entrevista a Vogue.
Después de la campaña que mezcla niños y accesorios de inspiración sadomasoquista, Kim Kardashian -que había causado sensación totalmente enmascarada en un traje negro Balenciaga en la gala del Met en 2021- afirmó que, como «madre de cuatro niños», quería «reevaluar» su relación con la marca.
Demna se disculpó personalmente y Balenciaga multiplicó los proyectos con asociaciones de protección de los niños.
El episodio parece haber pasado al olvido, pero nada será como antes.
«Uno puede cometer errores en un grupo como Kering. Pero no se puede cometer dos veces el mismo», destacó François Henri Pinault, presidente del grupo al que pertenece la marca.
«La creación desenfrenada funcionó bastante bien pero habrá que domarla un poco», subraya Arnaud Cadart, gerente de cartera de Flornoy Ferri.
Un refugiado para siempre
Balenciaga tuvo que cortar en octubre los lazos con el rapero Kanye West, amigo de Demna, después de sus excesos antisemitas.
Tres semanas antes, el mismo Kanye West había abierto el desfile Balenciaga en París. «La casa puede prescindir de esto, sobre todo cuando estos elementos pueden no ser bien comprendidos o mal interpretados», subrayó François Henri Pinault.
Sin embargo, la capacidad de Demna para integrar a todo este mundo -desde la rapera estadounidense Cardi B hasta la actriz francesa Isabelle Huppert-, hacer camisetas, diseñar alta costura o lograr que lo «feo» -como los crocs con plataforma o bolsas de basura- sea «deseable», hizo de Balenciaga una marca aparte que superó los 1.000 millones de dólares de facturación.
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«Demna busca cambiar los estereotipos de la normalidad y del lujo. Explora el mundo de hoy con esta visión sin compromisos y esta persistencia en el discurso explica su éxito», dijo a la AFP en diciembre Serge Carreira, profesor de Science Po, especialista en lujo y moda.
Hace un año, el diseñador dedicó su desfile a Ucrania, invadida por Rusia unos días antes, haciendo desfilar bajo una tormenta de nieve a «refugiados» semidesnudos que llevaban bolsas de basura, vendidas después a más de 1.500 dólares.
«Me veía a mí mismo hace 30 años», explicó. Demna Gvasalia, que recientemente abandonó su apellido por sus representaciones en la moda, nació en Sujumi, Abjasia, región de la entonces República Soviética de Georgia.
En la década de 1990, después de la caída de la URSS, huyó con su familia de la «limpieza étnica» de los georgianos por parte de los separatistas prorrusos.
«La guerra en Ucrania despertó el dolor y el trauma que tenía en mí (…) Me convertí en un refugiado para siempre», dijo.
Graduado de la Real Academia de Bellas Artes de Amberes (Bélgica), pasó por Maison Margiela y Vuitton, antes de crear con su hermano la marca Vetements en 2014 (la abandonó en 2019), y luego fue nombrado en 2015 director artístico de Balenciaga.
En una entrevista a la revista Vanity Fair en 2021, dijo que la moda era para él «una batalla», de ahí la «agresividad y la oscuridad» de sus creaciones.