El ciudadano presidente Juan Orlando Hernández reclama del periodismo hondureño responsabilidad en el manejo de la información respecto al sistema financiero, a la vez que da seguridades de que “no existe intención de cerrar medios de comunicación”.
En defensa del sistema financiero, con dejo de advertencia, el ciudadano presidente insiste en “apelar al buen juicio…porque algo sólido que tiene Honduras es el sistema financiero, y a veces alguna información o alguna especulación que no se logre manejar adecuadamente puede ser catastrófica”.
Se necesitaría un esfuerzo sobrehumano, casi de perder contacto con la realidad, para encontrarle sentido a esa proclama de solidez del sistema, cuando, a modo de paráfrasis, puede decirse que el manejo inadecuado del gobierno en el caso de la corporación o Grupo Continental, S.A. deviene en catástrofe para Honduras y la nación hondureña.
“En otros países –dice el ciudadano presidente— han colapsado las economías por problemas de este tipo y hay que evitar que esto ocurra en Honduras”. Parece ser que no hay atisbo sobre las consecuencias de la liquidación forzada del Banco Continental y la incautación –o despojo— del patrimonio de la Familia Rosenthal, sin cumplir los principios inalienables del debido proceso judicial y la presunción de inocencia.
No se puede evitar, de esa manera, que en Honduras no ocurra lo sucedido “en otros países (que) han colapsado las economías por problemas de este tipo”. Lo cual obliga, por el contrario, a “apelar al buen juicio” del presidente de la República y a demandarle la responsabilidad que le impone su investidura en todos los sentidos, pero muy especialmente en lo que importa al respeto y la defensa de la soberanía nacional, a la Constitución y las leyes.
Se dice que las comparaciones son odiosas, pero a veces son necesarias para establecer, por referencia, la justeza de los liderazgos, la rectitud política y las enseñanzas de la Historia. Lo que está sucediendo actualmente en la conducción de nuestro país, independientemente de la relatividad de épocas, jamás habría podido ser, por ejemplo, con Juan Manuel Gálvez, Ramón Villeda Morales, José Azcona Hoyo, Carlos Roberto Reina o José Manuel Zelaya Rosales.
Jamás, porque cada uno de estos presidentes de la República, con sus virtudes y flaquezas, estaban imbuidos del verdadero sentido de la política, del interés nacional, del deber patriótico, que se tradujo en administraciones consecuentes con el momento que les tocó enfrentar, conscientes del lugar de Honduras en la geografía mundial y del desiderátum geopolítico continental, invariablemente con apego al juicio de la Historia y comprometidos con la integridad nacional.
Lo que estamos viendo –y viviendo— ahora es otra cosa. El presidente del congreso nacional, Mauricio Oliva, sin querer lo ha definido con perfección: “Estamos iniciando un proceso inédito en el país”.
