Redacción. En un mundo donde muchas veces se nos exige elegir un solo camino, el joven André Francisco Castillo Flores ha demostrado que la pasión y el talento pueden florecer en más de un sólo ámbito.
A sus 25 años, este hondureño ha sabido equilibrar dos mundos que, a primera vista, parecen opuestos: la ingeniería y la música.
Con el saxofón en una mano y ecuaciones en la otra, ha encontrado la manera de combinar la precisión matemática con la libertad melódica, convirtiéndose en un referente de esfuerzo, disciplina y amor por lo que hace.
El inicio de un sueño musical
Desde pequeño, la música fue un llamado inevitable en su vida. “Mi pasión comenzó escuchando música sacra, con melodías particulares de instrumentos de viento. Luego surgió mi interés por aprender a tocar instrumentos”, expresó André en exclusiva para Diario Tiempo.
Ese interés pronto se transformó en acción, y el saxofón se convirtió en su instrumento principal. Pero su amor por la música lo llevó más allá: también domina la flauta traversa y el clarinete, además de explorar otros instrumentos como la guitarra, el charango, la percusión y el piano.
A pesar de su profundo vínculo con la música, nunca dejó de lado su interés por la ciencia y la ingeniería. Lejos de verlo como una distracción, encontró en ambas disciplinas un complemento perfecto.
El equilibrio entre la música y la ingeniería
Lograr un balance entre dos mundos tan exigentes no es sencillo, pero André ha sabido encontrar su ritmo. “Trato de mantenerme equilibrado en ambas cosas. Siempre que tengo tiempo libre, disfruto y hago parte de mí la música. Incluso, escuchar música me ayuda a relajarme previo a mis exámenes y otros pendientes académicos”, explica.
Su amor por el jazz es evidente. En su trabajo se ha inspirado en grandes figuras como Cannonball Adderley y John Coltrane, dos de los saxofonistas más influyentes del género.
“Definitivamente, mi inspiración son estos grandes del jazz. Me han motivado a aprender de ellos e intentar sonar igual algún día. El jazz es de mucho estudio; a pesar de no dedicarle el 100% de mi tiempo, disfruto mucho tocando y aprendiendo de los grandes”, confiesa.
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Para André, la música y la ingeniería no son universos separados, sino que comparten una estructura lógica.
“Creo que todos estamos conectados con la música en sí; es un lenguaje universal. Con la ingeniería la veo relacionada en su estructura y estudio. Las escalas son fórmulas, los acordes también, las progresiones y todo lo relacionado con la música tiene sentido lógico y matemático, algo muy propio de la ingeniería y la ciencia”, reflexiona.
Los desafíos de un autodidacta
André no proviene de una familia con formación musical formal ni estudió en conservatorios. Como hondureño egresado de una escuela pública, sabe que las oportunidades para acceder a educación técnica de alto nivel son limitadas.
“Creo que la mayoría estaremos de acuerdo en que el nivel de educación no es necesariamente el más alto para optar a carreras técnicas que requieren habilidades específicas. Adaptarme y aprender sobre la marcha ha sido siempre un desafío académico”, reconoce.
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La música ha representado un reto similar. “Al no tener estudios formales, hay que trabajar mucho la parte individual y autodidacta, lo cual puede ser reconfortante si lo disfrutas, pero también implica desafíos”, admite. Su determinación ha sido clave para avanzar en ambos caminos.
Innovación y tecnología al servicio de la música
André no solo se ha limitado a tocar y aprender de la música, sino que ha buscado formas de fusionarla con la tecnología. Su interés por la inteligencia artificial lo ha llevado a trabajar en un ambicioso proyecto: un programa capaz de transcribir la música que escuchamos.
“Puede sonar sencillo, pero no lo es. Entrenar un modelo neuronal con tantas variables es un arduo trabajo”, explica. Su mente inquieta y su deseo de innovar lo han llevado a explorar nuevas formas de entender la música desde la ciencia y la tecnología.
Juventud y visión de futuro
A pesar de todos los desafíos, André tiene claro que su mayor ventaja es su juventud. “Considero que la ventaja que tengo es justo eso: ser joven. Aprovechar el tiempo es algo que siempre he procurado hacer. Destacar no siempre es un objetivo, pero cuando disfrutas y das todo de ti por las cosas que haces, destacas por añadidura”, afirma con seguridad.
Entre sus metas más inmediatas está culminar su maestría en Valencia y dejar una huella de excelencia en cualquier ámbito laboral donde se desempeñe. “Actualmente, mi meta es culminar mis estudios de máster en Valencia, trabajar y dejar una huella de excelencia laboral en cualquier ámbito oportuno”, comparte.
La música, aunque no sea su prioridad absoluta, sigue siendo una parte fundamental de su vida. “Mis metas son dedicarle el tiempo necesario para perfeccionar mi técnica en mis instrumentos, pero sobre todo, sentir la satisfacción de conectar con las personas que me escuchan y disfrutar en conjunto de la música”, expresa con emoción.
Un mensaje para quienes sueñan en grande
André es un ejemplo de que la pasión y la disciplina pueden llevarnos lejos. Su historia demuestra que no es necesario elegir entre la razón y la emoción; ambas pueden coexistir y potenciarse mutuamente.
Para quienes buscan inspiración, su consejo es claro: “Si algo les motiva, si algo les gusta, si sienten que son buenos en algo y tienen la más mínima facilidad para ello, aprovéchenlo, exploten sus habilidades, cómanse al mundo entero. Que nada ni nadie los detenga cuando de realizarse se trate. No pongan excusas, no se quejen, tengan valores morales y a Dios en su corazón”.
La historia de André es una prueba de que, con esfuerzo, determinación y amor por lo que se hace, no hay límites para alcanzar los sueños. Como ingeniero y músico, André Castillo es un hondureño ejemplar que nos recuerda que el éxito no es una meta fija, sino un viaje en el que cada paso cuenta.
Dato: Mi carácter y personalidad se la debo a Dios y a mi madre que me supo educar con firmeza y amor para todo lo que me proponga hacer.
Frase: «Nada es imposible, con las armas de la luz».