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martes, abril 30, 2024

Violencia y desigualdad

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Una de las conclusiones del I Encuentro Centroamericano de Facultades de Ciencias Sociales, efectuado en Tegucigalpa, es, básicamente, que la causa principal de la violencia en los países del norte de América Central (El Salvador, Nicaragua y Honduras) es la desigualdad económica y social.

Por supuesto, el fenómeno de la violencia en estos países es de múltiple causalidad, pero, como lo ha indicado Álvaro Artiga, profesor investigador del

Departamento de Sociología de la Universidad José Simeón Cañas (UCA), de El Salvador, las matanzas “son expresión pura de la desigualdad”. Se trata, pues, de una convergencia motivacional.

De ese tenor son los criterios de la mayoría de los investigadores políticos y sociales del área regional en cuestión, que contrasta con las políticas de Estado sobre el combate a la violencia y la criminalidad, enfocadas casi exclusivamente en el marco de la doctrina de la seguridad nacional, vale decir en la militarización y su colateral, el terrorismo estatal.

La formulación y aplicación de esas políticas de Estado, concretadas en la Iniciativa de Seguridad Mérida y su sucedáneo, la Iniciativa de Seguridad para Centroamérica y el Caribe (CARSI), son de factura estadounidense y calcada de su implementación en Colombia.

El fracaso, a lo largo de casi dos décadas, es innegable por evidente, lo cual demuestra en último análisis que el propósito de las políticas de Estado en materia de seguridad no es el declarado, sino otro muy diferente relacionado con la militarización, el frenado a las corrientes de empoderamiento social, cuya suma resulta en régimen neoliberal, equivalente a incremento de pobreza y desigualdad social.

El tema de las masacres (matanzas) se aborda oficialmente en Honduras con lujo de superficialidad, con el guion establecido para el control militar-policial de la población, que necesariamente implica una monstruosa aplicación presupuestaria en gasto militar-policial en detrimento de la educación, la salud y las demás obligaciones sociales del Estado para el desarrollo integral del país.

Esa fatalidad la manifiesta el portavoz de la Secretaría de Seguridad, Leonel Euceda, con religiosidad ingenua, por no decir hipócrita: “Escrito está en la Biblia que se vendrán este tipo de acciones de esta naturaleza (las matanzas), y escrito está que no solo con las armas se pararán estas situaciones sino con el espíritu de Dios porque sabemos que el pueblo de Honduras está rogando y clamando por la paz, y al final Dios dará la victoria a esta nación”.

Con esta clase de mentalidad y las consecuentes políticas de Estado de seguridad nacional, siguiendo el hilo del discurso oficial, que Dios a los hondureños nos coja confesados…

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