Redacción. Realizando actividades solidarias y ventas de baleadas, plato típico de la gastronomía hondureña, los feligreses lograron una gran meta: restaurar el templo católico “Sagrado Corazón de Jesús” en Nueva Armenia, Francisco Morazán.
La edificación, llena de historia, data de hace más de 160 años, por lo que el paso del tiempo, sumado a las condiciones climáticas y cierto descuido, dañaron su infraestructura tanto interior como exterior.
Sin embargo, un grupo de fieles se organizó con la finalidad de devolverle la vida al templo y, en compañía de los sacerdotes, lo lograron. Hoy la iglesia luce radiante, manteniendo su valor histórico y su arquitectura colonial.

Los feligreses celebraron una misa de acción de gracias la semana pasada, como símbolo de alegría por haber alcanzado la meta. Ahora cuentan con un espacio seguro y adecuado para sus actividades eclesiásticas.
Lea además: El Vaticano destaca marcha convocada por las iglesias en Honduras
Compromiso con fe
La comunidad logró renovar casi en su totalidad el templo, restaurando el techo, la cúpula, el altar mayor, el retablo, las paredes y el encielado. Los fondos se obtuvieron gracias a actividades benéficas, donaciones y la venta de baleadas.

«El gasto asciende a más de un millón de lempiras desde que comenzamos en 2016 hasta la fecha. Empezamos con venta de camisetas, maratones, bingos, venta de comida y eso fue lo que nos impulsó», indicó a TN5 una de las miembros del Comité de Reconstrucción.
Por su parte, Pedro Sierra, otro feligrés, manifestó que durante todos estos años tuvieron altibajos, pero la misión de restaurar el templo fue más fuerte, por lo que nunca se dieron por vencidos y hoy están felices de haberlo logrado.

Los creyentes católicos de Nueva Armenia reaccionaron con alegría al ver su templo renovado, con todos los servicios, bien iluminado y climatizado. Hoy, su deber será cuidarlo para que perdure por muchos años más.
Con esta acción, los feligreses envían un mensaje claro a todos los católicos del país: que restauren sus iglesias, preservando así los espacios históricos y haciendo de la casa de Dios un lugar digno de encuentro.
