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miércoles, julio 17, 2024

Un prisma sobre Guatemala

Debes leer

Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Antes que ese artefacto diamantino denominado “prisma” apareciese, los hombres ignoraban que los rayos luminosos del sol, se podían fragmentar en un fantástico arcoíris, alterando y descomponiendo la luz que atraviesa ese cuerpo vítreo. A nadie se le pasaba por la cabeza lo que, del universo entero, los físicos modernos, llegarían a concluir cuando desmenuzaban esa radiación solar en una gama de ondas de energía pura que podían apreciarse en un aparato singular denominado “espectroscopio”. Puedo imaginar las impresiones de los antiguos cuando, en un acto de irracionalidad completa, se disponían a teorizar sobre la substancialidad de la luz y sus efectos mágicos sobre las creaturas del planeta, ignorando por completo los descubrimientos revolucionarios que se registrarían en el futuro.

Las especulaciones seudocientíficas de las ciencias naturales, también ocurren en las disciplinas humanas. En esencia, sobre la filosofía, la teología, la sociología y el campo descriptivo del periodismo, abundan aquellos que explican los fenómenos sociales, en función de lo ficticio. Por eso las ciencias sociales son aún púberes en desarrollo, pero, peor aún, lo son más, esos inocentes aventureros que se atreven a alzar la voz para emitir juicios irrazonables, creyendo haber encontrado la verdad en un par de acontecimientos que la historia, ese espíritu maligno y chocarrero, nos muestra nada más en apariencia, escondiendo la verdad tras sus espaldas. Territorio de difícil avasallamiento, la realidad histórica -o lo que es lo mismo, la Verdad-, juega al malabarismo con la curiosidad humana y la conduce por esos laberintos donde el saber se vuelve un cerco infranqueable; un lindero que nos impide desentrañar el trasfondo de los fenómenos que nos asombran hoy en día.

Los acontecimientos en Guatemala, donde las circunstancias -y nos las masas-, obligaron al presidente Otto Pérez a dimitir, son efectos de una intimidad histórica de dificilísima inferencia que, algunos, en una encomiable labor intelectual, han tratado de desenredar, remontándose a la matriz de los dos siglos anteriores. Pero también otros, en un acto de simpleza virgen, y quizás tratando de incitar al espíritu de la esperanza -y de la anarquía-, han tratado de elucidar el panorama que aqueja a los hermanos guatemaltecos, colocando engarces explicativos entre los hechos históricos que estallan en ese hermoso país, y los acontecimientos que se suceden en Honduras.

Pero resulta casi imposible atinarle a los resultados institucionales que podrían ocurrir en el devenir de nuestro país. Guatemala no es Honduras y eso no es cuestión antojadiza. Columnistas, analistas de toda suerte y los ingenuos mentecatos que desfilan todos los sábados por las principales calles de nuestras ciudades, enloquecen con la explosión política acaecida en Guatemala, suponiendo que un reguero de pólvora terminará causando el mismo reventón en las estructuras sociales de Honduras.

Porque, aunque a su consciencia “progresista” la moral les dicta que deben transitar por el camino de la protesta justificada, las coyunturas políticas, económicas y sociales marchan en vía opuesta. Apenas logran ver  el revestido de ese jaleo chapín que, entusiasmadamente, la oposición política hondureña juzga símil a nuestra realidad institucional, sin imaginar que el poder, muy a pesar de nuestros protestantes, es un monstruo complejo de inabordable percepción racional, que cuando decide armar estruendo, no hay quien lo pare.

Los ingenuos opositores y el lego, razonan los hechos como los antiguos lo hacían con la luz. El prisma analítico para desenredar los hechos de hoy, no está en sus manos ni en su cabeza, sino en el poder real que incluye fuerzas descomunales, alianzas estratégicas  y corporaciones que la plebe ni siquiera imagina…

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