Redacción. Recientemente, autoridades estadounidenses vincularon a 238 venezolanos con la banda criminal Tren de Aragua, acusándolos de ser miembros de la organización solo por tener tatuajes.
Este hecho ha generado controversia y preocupación, ya que en muchos casos, los tatuajes son simplemente expresiones personales sin ninguna relación con actividades criminales.
Uno de los casos más destacados es el de Jhon Chacín, un tatuador de profesión, a quien lo detuvieron y lo enviaron a un centro de máxima seguridad en El Salvador bajo la acusación de pertenecer a esta banda.
A pesar de no tener antecedentes penales y ser un profesional en su campo, su cuerpo tatuado fue suficiente para ser señalado como parte del Tren de Aragua.
El gobierno de Donald Trump, al retomar el poder, activó una campaña de deportaciones masivas contra supuestos miembros de organizaciones criminales, y en su lucha contra lo que calificó como una «invasión» de «criminales», recurrió a la ley de 1798 para deportar rápidamente a estos individuos.
Sin embargo, la justificación de las autoridades se basa en suposiciones relacionadas con los tatuajes.
Tren de Aragua
El Tren de Aragua, que nació en Venezuela en 2014 y ha crecido en varios países de América Latina, no exige que sus miembros se tatúen, a diferencia de otras pandillas como la MS-13.
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Ronna Rísquez, autora del libro «Tren de Aragua, la banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina», aclaró que los tatuajes no son parte de los códigos de esta organización.
A pesar de esto, muchos venezolanos, como Chacín y otros, han sido detenidos y enviados a prisiones de máxima seguridad en El Salvador, simplemente por tener tatuajes que, en muchos casos, tienen significados personales y familiares.
Para Chacín, un tatuaje de una flor y el nombre de sus hijos no lo hace un criminal. Sin embargo, el simple hecho de tener tatuajes lo vincula erróneamente con una banda criminal.
Las familias de Jhon Chacín y Edward Hernández Herrera, entre otras, continúan luchando por su liberación. Aseguran que no deben utilizarse los tatuajes como prueba de pertenencia a organizaciones criminales.
Esta situación pone de manifiesto los peligros de estigmatizar a las personas basándose en su apariencia, como los tatuajes.
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