Hondureño se fue con sueños hacia EUA y regresó sin pierna

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REDACCIÓN. Todos los meses, miles de niños y niñas de Centroamérica corren el riesgo de que los secuestren, los violen o los asesinen, o de ser víctimas de la trata, mientras intentan llegar a los Estados Unidos para buscar refugio contra unas pandillas brutales y una pobreza agobiante.

Un nuevo informe de UNICEF, ‘“Sueños rotos – El peligroso viaje de los niños centroamericanos a los Estados Unidos”, cuenta en detalle su angustioso viaje y pide la protección de estos niños vulnerables.

Hace un año y medio, Alexis (bajo el seudónimo de ’Bryan’) nos contó sobre su desgarrador intento de migrar a los Estados Unidos desde Honduras. Hoy, comparte un poco más sobre su historia.

El peligroso viaje de Alexis, de 16 años, a los Estados Unidos le costó su pierna y su sueño de salir de Honduras. Ahora su hermana, también de 16 años, planea hacer el mismo viaje arriesgado al norte y Ambos esperan superar la pobreza y conseguir una educación en el extranjero.

La historia original

La trágica historia de un joven hondureño de 17 años demuestra la desesperación y esperanza que lleva a miles de niños a emprender el peligroso viaje a ‘el Norte’.

OMOA, Honduras, diciembre de 2015 – “Ya en México, tomamos el tren hacia Estados Unidos. Pero me caí y perdí la pierna. Iba donde va ensamblado un vagón con otro… Creo que me dormí y, cuando desperté, ya estaba en las vías”.

Ésta es parte de la historia de Bryan*, un joven hondureño de 17 años que emprendió el viaje más arriesgado de su vida el año pasado: la travesía hacia “el Norte”, sin más compañía que la de una prima de 16 años. Bryan no conocía a nadie en Estados Unidos ni tenía idea clara de qué hacer allí. Pero la desesperación fue más fuerte que todos los motivos para no viajar.

“Yo lo único que quería era llegar para… No sé, poder ayudar”, dice. “Yo quiero seguir estudiando, pero no puedo porque no tenemos suficientes recursos”, relata Bryan, quien por su baja estatura y apariencia aparenta una edad mucho menor de la que realmente tiene.

“Ahora me siento mal, porque todo lo que hice fue en vano”, reconoce con tristeza.

‘La Bestia’

Sentado frente a su casa en una pequeña comunidad en plena montaña del municipio de Omoa, en el norte de Honduras, Bryan recuerda su historia mientras algunos de sus nueve hermanos corren y juegan alrededor.

Salió de Honduras y viajó a lo largo de Guatemala a bordo de un contenedor. Al llegar a Tapachula, en México, se quedó un par de noches en un albergue para migrantes antes de comenzar su largo viaje en tren, ese vehículo de mercancías que llega hasta la frontera estadounidense y que es tristemente conocido como ‘La Bestia’ o ‘El Tren de la Muerte’.

En el trayecto conoció a otras personas en su situación. “La mayoría eran niños que también viajaban solos, como nosotros”, recuerda.

Algunos días conseguían comida y agua, otros no. Muchos de los niños y adolescentes que viajan suelen ser víctimas de robos, secuestros, violaciones o incluso asesinatos. Bryan reconoce que pasó miedo.

Una habitación compartida en el centro de recepción de personas migrantes El Edén, en San Pedro Sula, Honduras.
Una habitación compartida en el centro de recepción de personas migrantes El Edén, en San Pedro Sula, Honduras.

“Sí… ¿pero qué podíamos hacer? Ya estábamos allí. Algunos decían que estaban asaltando, que estaban los ‘garroteros’… pero a nosotros no nos pasó nada, gracias a Dios”, asegura.

No tiene muchos recuerdos sobre el momento más trágico del viaje. Cree que se durmió y cayó a las vías a la altura de la ciudad de Salamanca. Ahí perdió su pierna derecha -“aún me duele, porque se me hincha por la prótesis”- y su ‘sueño americano’ terminó repentinamente.

Bryan permaneció ingresado en un hospital más de 30 días. De ahí fue trasladado a varios albergues en México, y seis meses después, tomó el primer avión de su vida para regresar a su país con una amarga mezcla de sensaciones.

En el aeropuerto lo esperaban su madre, su tía y su abuela. Nadie más.

Violencia y pobreza

Como Bryan, la mayoría de los niños y adolescentes que viajaron el año pasado sin compañía adulta hacia Estados Unidos lo hicieron desde los países del conocido Triángulo Norte de Centroamérica: Honduras, El Salvador y Guatemala.

Uno de los principales motivos para huir es la violencia. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, esta subregión registra tres de las cinco mayores tasas de homicidios en el mundo, principalmente por la proliferación de maras o pandillas y del crimen organizado.

Otra de las causas, como en el caso de Bryan, es el alto índice de pobreza e inequidad. A falta de oportunidades de trabajo que les permitan permanecer en sus países de origen, muchas personas se ven obligadas a migrar para mantener a sus familias.

UNICEF trabaja en Centroamérica y México junto a los Gobiernos para tratar de paliar estas causas. A través de diversos programas, se trata de fortalecer servicios que reduzcan la vulnerabilidad de la infancia ante la violencia, criminalidad y otras amenazas; así como prestar apoyo en áreas como educación o salud, con especial enfoque en las comunidades más afectadas y vulnerables.

Uno de los dibujos de Bryan, que dice 'Las estrellas te harán brillar’.
Uno de los dibujos de Bryan, que dice ‘Las estrellas te harán brillar’.

Según el Director Regional de UNICEF en América Latina y el Caribe, Bernt Aasen, “una mayor inversión social focalizada en servicios sociales, educación, desarrollo y oportunidades laborales es la vía central a tomar por los Estados para mitigar las causas de la migración. Además, se requiere una acción legal firme contra la impunidad de la que gozan las redes criminales para frenar la violencia e inseguridad en las zonas expulsoras y de tránsito migratorio”.

Cientos de miles de personas han emprendido viajes similares desde Centroamérica y México en los últimos tiempos. El año pasado, sin embargo, el dramático aumento del número de niños y adolescentes que trataron de entrar en Estados Unidos hizo de pronto saltar las alarmas. Según su Gobierno, más de 68.000 menores de 18 años no acompañados fueron detenidos en la frontera sudoccidental del país durante el año fiscal 2014. Durante el año fiscal 2015 esta cifra se redujo en un 41%, pero aún había más de 35.000 niños en peligro, demostrando que esta es una crisis que no ha terminado.

De manera continua, UNICEF y sus aliados han trabajado en apoyar a los Gobiernos para recibir a estos niños retornados a través de servicios móviles de protección instalados en los puntos de recepción en sus países para localizar a sus familiares, facilitar su registro y ofrecer asistencia médica y psicológica; así como para establecer albergues temporales.

Además, se han puesto en marcha importantes campañas de comunicación en países como Honduras y El Salvador para informar sobre los riesgos y peligros de la migración irregular. UNICEF también está trabajando con el cuerpo consular y demás autoridades involucradas en el proceso de deportación para que puedan ofrecer una atención especializada y los derechos de estos niños sean garantizados desde el mismo momento de su detención.

“¿Qué puedo hacer?”

¿Volvería Bryan a viajar si tuviera oportunidad? “Tal vez -reconoce-. Es que acá no puedo hacer nada. No puedo estudiar, y ahora tampoco trabajar. Entonces, ¿qué puedo hacer?”.

Pero Bryan no quiere transmitir la idea de que en su país no hay futuro o esperanza. Él sería feliz aquí si pudiera disfrutar de sus derechos y unas condiciones dignas. “Honduras tiene todo. Hay naturaleza, agua en abundancia… ¿Pero de qué sirve, si no hay…?”. Su voz se apaga.

Ahora que ya no va a la escuela, Bryan pasa el día escribiendo cuentos y dibujando. Su sueño de convertirse en contable o administrador de empresas no parece hoy fácil.

Pero la esperanza es evidente incluso en uno de los dibujos en su libro, donde se puede leer un claro mensaje: «Las estrellas te harán brillar».