San Pedro Sula, Honduras. El 1 de junio de 2010 marcó un antes y un después en la vida de una familia sampedrana. Aquella mañana, hombres encapuchados irrumpieron en una vivienda del barrio Cabañas de San Pedro Sula y se llevaron por la fuerza a Norma Yolanda Hernández López, una madre trabajadora que sostenía en sus brazos a su bebé de apenas cincuenta días. Desde entonces, su paradero sigue siendo desconocido.
Los vehículos en los que llegaron los secuestradores fueron ubicados estratégicamente: dos bloquearon los extremos del pasaje Goascorán y otro se estacionó frente a la casa. Los hombres, armados y decididos, entraron sin decir palabra. En segundos, sacaron a Norma del hogar y huyeron, dejando a su hija recién nacida en manos de la abuela.
La familia denunció el crimen ante el Ministerio Público y el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, pero el proceso fue lento, lleno de vacíos y sin avances concretos. Con el paso de los años, el caso quedó marcado por la indiferencia institucional y el silencio.

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Norma, nacida el 7 de agosto de 1966 en San Pedro Sula, era una mujer luchadora y decidida. Estudió belleza y secretariado, y trabajó sin descanso para sacar adelante a su familia. En 2010 enfrentaba un momento difícil: había quedado embarazada y sola, sin apoyo del padre de su hija. Sin embargo, lejos de rendirse, buscó un hogar modesto y un empleo estable para ofrecerle un futuro digno a la pequeña.
En abril de 2019, casi una década después del secuestro, la Fiscalía Especial Contra el Crimen Organizado (FESCCO) logró un avance clave. El hijastro de Norma, Carlos Alberto Posadas Hernández, recibió una acusación por secuestro agravado. Su declaración y las pruebas telefónicas lo vincularon directamente con el crimen.
Sin embargo, el paradero de Norma sigue siendo un misterio. Quince años después, su familia continúa esperando justicia y la esperanza de volver a verla no se apaga.



