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sábado, mayo 18, 2024

Semblanza de un hombre…

Debes leer

Roberto C. Ordóñez

Si me tocara definir en una línea las principales características de la vida del ingeniero Jaime Rosenthal Oliva, escribiría sin vacilar: un trabajador infatigable.

Nos conocemos desde hace algo así como 35 años como aseguradores, él como dueño o principal accionista de Seguros Continental y yo como presidente de una compañía similar ajena, que aunque no era mía administraba y cuidaba como propia.

Esta relación me dio la oportunidad de conocer muchos aspectos de su personalidad quizá desconocidos para muchos, que trataré de trasladar a los lectores en forma de anécdotas ocurridas en el transcurso de muchos años de bregar en el mismo rumbo como tripulantes de distintos barcos.

Durante un período de uno o dos años, me tocó fungir como presidente de la Cámara Hondureña de Aseguradores, que se turnaba periódicamente entre los presidentes o directores de las compañías de seguros. En tal ocasión él fungió como vicepresidente de la Cámara.

Celebrábamos las sesiones mensualmente en Tegucigalpa, reuniéndonos para discutir los asuntos atinentes al negocio de los seguros; a hablar sobre las disposiciones gubernamentales que afectaban al ramo asegurador y a veces discutir las posibilidades de entrar conjuntamente para asegurar bienes cuyo monto sobrepasaba la capacidad de cualquier compañía para asumir los riesgos por sí sola.

Durante las sesiones, sin dejar de prestar atención y sin dejar de participar en las discusiones, él estaba siempre ocupado leyendo y firmando papeles.

En una ocasión propuso que la siguiente sesión la celebráramos en San Pedro Sula, específicamente en su oficina de Seguros Continental, a la cual llegamos todos a la hora y día señalados.

En su escritorio, tan modesto como el de cualquier oficinista de su empresa, se apilaban montones de documentos, cada uno de los cuales iba leyendo, firmando y clasificando en legajos aparte, todo sin dejar de participar activamente en la sesión.

Al llegar la hora del almuerzo muchos creímos que nos invitaría a comer al mejor restaurante de la ciudad que en ese tiempo era el Casino Sampedrano, casi contiguo a su oficina, pero no fue así. Al reclamo de uno de los participantes que tenía mucha confianza con él, ordenó a su secretaria que fuera a traer la comida y al rato regresó la muchacha con un azafate lleno de sándwiches de los que vendía una señora de la esquina, que resultaron exquisitos. También nos obsequió un refresco embotellado. Esta anécdota ilustra la austeridad y sencillez de su vida.

En otra ocasión fui invitado a una fiesta en su casa de San Pedro Sula, y me sorprendí al estacionar mi automóvil en la calle cuando un muchacho me ofreció sus servicios para cuidarme el carro. Al entrar a la fiesta y después de ingerir el primer “high ball”, me atreví a preguntarle que si el muchacho que cuidaba los carros afuera era su hijo y me contestó afirmativamente, diciéndome que lo ponía a cuidar los carros de sus invitados para que aprendiera desde niño lo que costaba ganarse el dinero.

Una vez participamos todos los aseguradores hondureños en una licitación de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica para asegurar la construcción de la represa hidroeléctrica de El Cajón.

La compañía en que yo trabajaba trajo a un reasegurador suizo para que nos ayudara a preparar la oferta, pero al final la ganó Jaime con Seguros Continental. Al preguntarle por qué se había ido tan bajo en el cálculo de la prima, con su infaltable sonrisa me contestó: Soy ingeniero civil, analicé los planos y conozco la compañía constructora. Esa represa no se la va a derrumbar y no la reaseguré. (En ese tiempo el reaseguro era voluntario) ganó la apuesta y la represa sigue en pie.

Seguimos viéndonos durante varios años en las sesiones de las empresas de mi inolvidable amigo del alma Pedro Schmid Tippi, donde él era accionista y yo simple miembro de las directivas. Me constan sus buenas ideas y su aguzado sentido de los negocios.

De vez en cuando me manda correos comentando algún artículo mío en “La Tribuna”.

En estos momentos difíciles para él y su familia, creo oportuno recordar mediante estas anécdotas, al hombre cuya finalidad en esta vida ha sido trabajar honradamente creando empresas y empleo.

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