La Selección de Honduras: De decepción a celebración

El sampedrano opinó en esta ocasión, sobre la Selección de Honduras.

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Selección de Honduras
Selección de Honduras
Luis Luna Escritor y predicador hondureño
Luis Luna
Escritor y predicador hondureño

REDACCIÓN. Yo tampoco creía lo que mis ojos estaban viendo, como cualquier otro aficionado razonable me imaginé una derrota. De todos modos, estaba presupuestado perder los tres puntos en San José ya que los gringos nunca han sido rivales fáciles de vencer.

Mucho menos estando ellos de local, pero, nunca concebí perder así. No de esa manera. Además, no con una goleada. También, no con un estadio lleno de compatriotas, muchos de ellos bajo la incertidumbre de ser separados de sus familias, pero que habían hecho el esfuerzo por estar ahí.

Perder visitando la tierra del Tío Sam era posible, muy probable incluso. Pero, no comiéndose 6. No con goles tempraneros iniciando el primer y segundo tiempo. Por eso, dudo mucho que algún comentarista o analista deportivo, por muy brillante que sea, haya imaginado un guion tan sangriento, tan a lo Quentin Tarantino, para el partido de ese día.
Los goles cayeron uno tras otro. Sin tener misericordia alguna.

Algo tan típico de los gringos en el campo de juego. Siguen clavando el puñal aunque el rival tenga horas de estar muerto. Los yanquis no tienen la menor idea de lo que han hecho. De todos modos, para ellos el fútbol es sólo un plato más en el variado menú deportivo que presumen tener.

La NBA, la Serie Mundial y el SuperBowl los mantiene entretenidos durante todo el año. Estoy seguro que una buena parte de la población estadounidense ni siquiera está al tanto que su selección nacional de fútbol está disputando las eliminatorias mundialistas. Y mucho menos que jugaban el viernes.

Pero, ¿nosotros? Aquí no hay tal cosa como deportes de invierno y de verano. No tenemos una temporada específica para cada deporte. Porque sólo tenemos uno. Nosotros sólo somos fútbol. Y aun así, no tuvieron piedad y nos arrebataron eso también.

Con todo y el hecho que la selección es ese extraño fenómeno social que logra que durante 90 minutos el pueblo olvide los flagelos que tanto lo azotan. Como prueba de ello, escuché en estos días a una persona decir: «Con lo que cuesta encontrar chamba aquí, con lo peligroso que está la situación y ahora, con que este equipo no clasifique al mundial…sólo eso faltaba.» Pueden señalar a este hombre y llamarlo iluso.

Pero, en palabras sencillas él estaba expresando una realidad social en el país: la selección nacional de Honduras es mucho más que un equipo de fútbol. Es, me atrevería a decir, un instrumento catártico que sirve para desahogar a una nación sofocada. Por eso es que la derrota del viernes dolió más. Porque cuando los ídolos de un país son conmovidos, las personas siempre reaccionarán con una profunda decepción.

Opinión de un hondureño

Por otro lado, apuesto a que los seleccionados nacionales tampoco la han pasado bien después del último partido. La gente comúnmente piensa que los futbolistas ahora ya no sudan la camiseta. Y que lo único que les interesa es cobrar el sueldo y cambiar sus premios. Al fin y al cabo, los que de verdad sufren son los aficionados de a pie. Los que piden un vale en el trabajo para ajustar el boleto. Los que se limitan a comprarle a su hijo una tajadita con repollo en el estadio.

Sin embargo, tengo mis reservas acerca de eso. Tíldenme de ingenuo, pero en lo personal, yo no creo que nuestros seleccionados actuales son unos simples mercenarios.

Selección de Honduras

Al contrario, me imagino que no han dormido bien estos días después de ese «accidente futbolístico.» O al menos eso es lo que yo quiero pensar.

Pero, de lo que sí estoy casi seguro es que están hartos. Cansados que la afición a cada rato los compare con las generaciones anteriores. No tengo idea las veces que soportan estar escuchando durante la semana que «no tenemos ningún Amado, Rambo, Pavón, Suazo y Tyson.» Y bueno, la cosa es que eso es cierto. No tenemos ningún Amado, Rambo, Pavón, Suazo y Tyson.

Partido de fútbol

La realidad es que esta selección está llena de muy buenos profesionales. No hay duda que tienen talento. De no ser así, no estarían ahí. Pero, aunque nuestro fútbol nunca ha sido caracterizado por un «jogo bonito», hay que admitir que esta generación es una de las más limitadas que hemos tenido en los años recientes.

El asunto está en que en el fútbol, como en la vida, quejarse por lo que uno no tiene te paraliza y te impide trabajar con lo que uno sí tiene.

Por eso, al menos en esto, nadie debe reprocharle nada al Profe. Pinto. El hombre ha hecho lo que ha podido con la materia prima que tiene a mano. Así también, hay que reconocer lo que es. Puede que a nuestros jugadores les haga falta calidad, brillantez y una técnica depurada. Pero, lo que sí hay, y mucho, es garra y esfuerzo. Es por eso que no me atrevo a decir que a nuestros muchachos les hace falta sudar la camiseta.

Por otro lado, y sé que no están obligados a hacerlo, pero les pido a los jugadores que traten de entender a la afición. Los hondureños tenemos la mala costumbre de exigir que los futbolistas nos paguen las alegrías que otros nos deben.

Así que, cuando Ellis se come un gol, no sólo pierde un chance de anotar, sino que ahoga un grito que pudo liberar la tensión acumulada por los problemas en casa. Cuando Donis falla, no sólo comete un simple error como cualquier humano, sino que le echa más leña a un fuego ya encendido por las injusticias del sector avorazado de la clase política.

Opinión crítica

Claro, esto no es saludable para la afición. Mucho menos para los futbolistas. Es extremadamente dañino que las esperanzas de millones de personas estén en las manos, o mejor dicho, en los pies, de once muchachos corriendo detrás de un balón dentro de un rectángulo de juego. Las cosas no deberían ser así. Pero, lamentablemente así son.

A pesar de todo, el martes la selección tiene la oportunidad de reivindicarse, de lavarse la cara y hacernos soñar otra vez. El equipo de todos puede y debe responderle a la afición que siempre apoya. A los estudiantes que ya planean faltar a clase para ver el partido.

A los empleados creativos que se inventarán una nueva enfermedad con tal que los despachen temprano. Y a los medio-feligreses, agradecidos que el partido será en la tarde, pues de haber sido por la noche, seguramente hubieran faltado al culto o a misa.

Debería haber terminado en el párrafo anterior. No puedo, debo ser franco. Y no sé si seré el único al que le pasa esto, pero, muy en el fondo, quisiera que Honduras pierda el martes. No porque soy vende patria y tampoco es que voy por los ticos. Sino porque creo que así, de una vez por todas, dejaríamos de soñar e ilusionarnos la próxima vez que Honduras juegue.

Partido lleno de decepción

Sería como recibir un tiro de gracia para cortar el sufrimiento que se hará eterno durante el resto de la eliminatoria. Pero, conozco demasiado bien el historial de la afición hondureña y sé que no será así.

Pase lo que pase el martes, ganemos o perdamos, aunque no queramos admitirlo, cada vez que la selección juegue, volveremos a apoyar, a soñar y a socar. Así somos. Se podría decir que estamos benditamente condenados a ser masoquistas.

Porque siempre que Honduras juegue un partido eliminatorio, sea cual sea el resultado, nuestros niños se irán a la cama escuchando cuentos y leyendas de un tal Pecho de Águila Zelaya que asustó al Rey, de un susodicho Pavón que hizo de México su feudo y de un mentado Haztecaso que se logró con una pajilla y muchas Costlinhas y si tenemos suerte, uno de esos tantos pequeños, crecerá para ser, y volver a hacer, exactamente eso.

Cualquiera que sea el marcador al final del partido el martes, eventualmente, tal vez más tarde que temprano, los hondureños volveremos a celebrar juntos.