Redacción. El sargento hondureño Isaac Correa vivió un emotivo reencuentro con su esposa Shirley Guardado y su hijo Killian en el aeropuerto de Palmerola, Comayagua. Tras tres largos meses de separación, los abrazos y lágrimas marcaron un momento que conmovió profundamente a quienes estaban presentes.
Las cámaras de Noticias Telemundo documentaron el trayecto desde Houston, donde Correa abordó su vuelo, hasta el esperado abrazo con su familia en suelo hondureño. Durante ese tiempo, Shirley expresó su alegría entre lágrimas y confesó lo difícil que fue mantenerse fuerte lejos de su esposo y su hijo.
Las autoridades migratorias detuvieron a Shirley en su lugar de trabajo, en Texas, en un operativo de ICE. Pasó dos meses bajo custodia en un centro de detención antes de que finalmente la deportaran. Mientras tanto, su hijo cumplió su primer año sin el abrazo de su madre.
Emotivo reencuentro
La escena en el aeropuerto reflejó el dolor acumulado por semanas de incertidumbre. Killian, con su mirada inocente, reconoció a su madre entre los brazos de su padre. Varios familiares, incluidos seis sobrinos que llegaron desde Estados Unidos, se unieron al encuentro cargado de emoción.
Isaac compartió su indignación: “Ella no cometió ningún delito. Siempre mantuvo sus documentos al día. Lo que hicieron con ella fue injusto”. Por su parte, Shirley lamentó la forma en que la engañaron para detenerla: “Solo querían que saliera del edificio… todo fue una trampa”.
El 13 de marzo, mientras se alistaba para ir a trabajar, Shirley se despidió de su esposo sin imaginar que sería la última vez en mucho tiempo. Poco después, lo llamó para contarle que unos supuestos agentes de tránsito la habían interceptado bajo pretextos falsos y, sin mostrar orden alguna, la sacaron del lugar.
Complejo caso
Desde entonces, Isaac asumió el cuidado exclusivo de Killian. Aunque Shirley había solicitado el ajuste de estatus migratorio por estar casada con un miembro activo del Ejército, el proceso no la protegió a tiempo. A través del programa PIP (Permiso de Libertad Condicional Militar), buscaba regularizar su situación en EE. UU., pero la deportación llegó antes.
El reencuentro les devolvió algo de esperanza. Isaac, aunque deberá volver pronto a su base en Houston como parte de la reserva militar estadounidense, siente que esta experiencia les dio la fuerza necesaria para continuar.
“Verlo crecer, tenerlo en mis brazos otra vez… no hay palabras”, confesó Shirley mientras abrazaba a Killian, decidida a no dejar que las fronteras rompan su hogar nuevamente.
Ahora que volvieron a abrazarse, Shirley, Isaac y Killian se aferran a una sola idea: seguir juntos, cueste lo que cueste. Ellos están dispuestos a enfrentar lo que venga con firmeza y fe, convencidos de que el amor que los sostiene servirá como motor para superar el complejo camino legal que les espera y así alcanzar su objetivo: retomar su vida en Estados Unidos.
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