San Pedro Sula, Honduras. Durante décadas, el Casino Sampedrano fue mucho más que un edificio: se convirtió en el principal punto de encuentro social de la ciudad, un espacio donde generaciones enteras celebraron bailes, fiestas, reuniones familiares y eventos que marcaron época en la capital industrial del país.
Fundado en 1921 por un grupo de ciudadanos visionarios, entre ellos Francisco Paredes, J. C. Coleman, Adolfo Zúñiga, Ricardo López, J. M. Mitchell, A. Boza, Juan Manuel Gálvez, J. Griffith, H. T. Panting, Salomón Bueso, Stanley Adler, Cristóbal Corrales, Hans Moeller, Presentación Centeno y Constantino Bartlett Paz, entre otros.
El Casino Sampedrano se consolidó como el centro social más distinguido de la costa norte hondureña durante gran parte del siglo XX.

Un salón que brillaba en cada celebración
Quienes lo vivieron recuerdan un ambiente elegante y ordenado. El pintor y escritor Guillermo Mahchi describió en Banana Days, cómo la noche del 31 de diciembre recibía a los asistentes una comitiva antes de ingresar a una amplia sala de madera que funcionaba como pista de baile.
Desde lo alto, las mejores orquestas del país animaban las veladas, mientras familias y amigos compartían alrededor de mesas para ocho o diez personas, en un ambiente que muchos califican como “verdaderamente civilizado”.

Recordó que los asistentes llegaban a pie o en automóvil, reflejando una ciudad donde el Casino se integraba al tejido urbano y social.
“Era el lugar donde coincidían empresarios, familias tradicionales y también personas trabajadoras, todos como socios”, recuerdan quienes frecuentaron el recinto.
Fiestas, debutantes y recuerdos imborrables
Los testimonios ciudadanos coinciden en que el Casino Sampedrano fue escenario de innumerables momentos memorables: fiestas de Año Nuevo, cuando el AGUINALDO recién recibido se convertía en música, risas y largas noches, celebraciones de la Feria Juniana, bailes de disfraces, reuniones del Teen Agers Club en los años 60 y las tradicionales Fiestas de Debutantes, donde se presentaba en sociedad a las hijas de los socios durante los años 70.
Otros evocan cenas rotarias, presentaciones culturales, óperas, concursos de natación y celebraciones familiares, desde cumpleaños infantiles hasta reuniones matrimoniales.
Para muchos, fue también un espacio de adolescencia y juventud, donde se aprendió a bailar sobre una pista de madera pulida, se salía al corredor a refrescarse y se compartía en un ambiente seguro y respetuoso.

“Había filas de carros de lujo en el bulevar Morazán y parqueo en la parte de atrás; eran tiempos sanos y muy lindos”, recuerdan.
Hoy, quienes pasan frente a lo que queda del Casino Sampedrano lamentan ver en ruinas un espacio que simbolizó elegancia, convivencia y seguridad.
Para muchos sampedranos, su deterioro representa no solo la pérdida de un edificio, sino el fin de una época donde la vida social de la ciudad tenía un punto de encuentro común.
Entre recuerdos, fotografías y relatos compartidos, el Casino Sampedrano sigue vivo en la memoria colectiva de San Pedro Sula, como un testigo silencioso de los años en que la ciudad se reunía para celebrar, bailar y convivir.
Le puede interesar: SPS: Memorias que siguen vivas en el corazón de la ciudad

