San Pedro Sula, Honduras. Hay ciudades que cambian y ciudades que olvidan; San Pedro Sula se atrevió a hacer ambas. Y en ese vaivén entre lo que fue y lo que queda, cada fotografía antigua o cada “¿te acordás de…?” nos mueve algo adentro, como si una pieza del pecho encontrara su sitio por un instante. Es la nostalgia cumpliendo su oficio: recordarnos que hubo una SPS que brilló con una intensidad que hoy solo persiste en la memoria, en los relatos y en esos rincones que aún se resisten a desaparecer.
Hubo un tiempo no tan lejano en que la ciudad tenía un ritmo más humano, más tibio, más nuestro. Un tiempo donde el centro era corazón, no solo tráfico; donde los parques eran puntos de encuentro y no simples referencias en el mapa; donde los rótulos, las fachadas y hasta los bancos públicos tenían carácter.

En la cuarta avenida, todavía peatonal y limpia en aquellas décadas, la ciudad respiraba. Los letreros brillaban, los negocios abrían sus puertas con música suave, y el ruido tenía un tono amable. A la vuelta, el aroma del café recién hecho escapaba de lugares como Café Royal, donde más de un corazón sampedrano aprendió a amar, a olvidar o simplemente a descansar.
Además, hubo una época en que viajar era parte de la historia de la ciudad.
La antigua terminal de Hedman Alas en Guamilito, la de Viana, o los pequeños terminales familiares que conectaban con la costa, el occidente o la capital, eran espacios donde se lloraba, se reía y se despedían sueños.
Todo viajero tenía su ritual: una maleta, un fresco en bolsa, y un “que te vaya bien”.

Los lugares donde SPS sabía a hogar
San Pedro Sula también se definía por sus sabores. Desde restaurantes emblemáticos como Copa de Oro, donde don Jacinto servía comida con alma, hasta joyas que marcaron generaciones, como La Tejana, reina de los ceviches y mariscos en la vieja zona viva del Barrio Suyapa.
Había cafeterías pequeñas, panaderías de barrio con olor a dulce recién horneado, lugares donde siempre había amigo, y cafeterías donde no hacía falta Wifi para quedarse horas.

La zona viva que iluminaba las noches
Antes de los grandes malls y los bares en cadena, la vida nocturna tenía sabor propio.
El barrio Suyapa, la Tercera Avenida, la Primera Calle… eran rutas vibrantes donde convivían discotecas, bares tropicales, restaurantes pequeños y música que se escapaba a la calle.

La SPS de noche era bohemia sin quererlo, encantadora sin pretenderlo. Aunque las fachadas cambien o los negocios cierren, la SPS del ayer no se ha ido; vive dentro de cada sampedrano que la recuerda.
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