San Pedro Sula, Honduras. La muerte de Orinson Amaya, presidente del Club Deportivo Marathón, cayó sobre San Pedro Sula como un balde de silencio. No solo deja tristeza en su familia y amigos más cercanos, sino también en cientos de sampedranos y en toda la afición verdolaga, que hoy llora a un dirigente que se volvió símbolo, voz y empuje del equipo de sus amores.
La mañana del lunes 1 de diciembre, apenas un mes después de los festejos por el centenario del Club Deportivo Marathón, una celebración que lo llenó de orgullo y emoción, Orinson partió de manera repentina, víctima de un infarto en una clínica privada.
La noticia corrió rápido, pero aun así nadie quiso creerla. Su ausencia golpeó fuerte: tomó por sorpresa a empresarios, futbolistas, amigos y aficionados que aún tratan de asimilar que ese hombre de sonrisa amplia y energía inagotable ya no está.

En Funerales del Recuerdo, donde está siendo velado, el ambiente se mezcla entre lágrimas, abrazos y recuerdos. Hasta allí han llegado familiares, amigos, empresarios, jugadores y personas que en algún momento cruzaron palabra con él. Todos coinciden en lo mismo: Orinson era de esos seres que dejan marca.
La noche del lunes, la Furia Verde, la barra del Marathón, llegó a darle el último adiós. Entre cantos, bombos y aplausos, como si fuese un gol en el Yankel, prometieron nunca olvidar a “su presidente eterno”.
Y en un gesto que honró la grandeza del fútbol, el Club Deportivo Real España, junto a su presidente Elías Burbara, montó guardia frente al féretro. Jugadores y directivos del rival de toda la vida se unieron para rendirle honores a un dirigente que supo ganarse respeto más allá de los colores.
Deja un legado
Visiblemente conmovida, doña Estelina Madrid, madre de Orinson y figura muy querida en la ciudad industrial, agradeció las muestras de cariño que han inundado la sala de velación.
“Ahora me doy cuenta de cuánta gente me lo quería. Muchísimas gracias a todos. Me da alegría ver a tantas personas que lo apreciaban”, dijo, con la voz quebrada.
Recordó que su hijo deja un legado irrepetible en el club. “La vida de mi hijo era Marathón”, expresó con orgullo y dolor al mismo tiempo. Quiso que su nombre se recordara con cariño, no solo por lo que hizo, sino por cómo lo hizo: con entrega, pasión y humildad.
“Él deja un gran legado en el equipo y espero que siempre me lo recuerden con cariño”, expresó.

Entre lágrimas, contó que hace apenas unas semanas lo vio radiante por el aniversario 100 del equipo. “Andaba tan feliz…”, murmuró, como quien intenta sostener un recuerdo para que no se escape.
También relató que el sábado, día de su cumpleaños, compartió con él sin que mostrara signos de malestar.
Orinson le habló ese día de un encargo de 14,000 baleadas para el domingo de elecciones; había madrugado para instalar todo y comenzar a trabajar. Era así: un hombre que no solo dirigía, sino que se involucraba, que se arremangaba la camisa y se sumaba al equipo, ya fuera en el fútbol o en sus negocios.
El lunes por la mañana, uno de sus hijos le avisó que su hermano mayor Orinson no se sentía bien y que estaba en una clínica. Doña Estelina creyó que sería algo pasajero, quizá estrés por el ritmo de los últimos días. Jamás imaginó la noticia que vendría después.
“Nunca me imaginé que mi muchacho estaba muerto”, dijo entre lágrimas, sosteniendo el dolor más difícil que puede enfrentar una madre.

El último adiós
El sepelio de Orinson Amaya se realizará este miércoles, a las 11:30 de la mañana, en el cementerio Jardines del Recuerdo. Antes de eso, a las 8:30 a.m. partirá la caravana fúnebre desde la funeraria rumbo al Estadio Yankel Rosenthal, donde recibirá un homenaje póstumo en el lugar que tantas veces vibró con su presencia.
Luego, a las 10:00 a.m. se celebrará una misa de cuerpo presente en la iglesia San Vicente de Paúl, y finalmente el cortejo continuará hasta el camposanto, donde familiares, amigos y miles de aficionados despedirán al presidente que dejó una huella profunda en el club verdolaga.
Será un adiós lleno de verde, de lágrimas, de gratitud… y de ese amor eterno que solo el fútbol y la memoria saben conservar.
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