Hola San Pedro Sula, a corregir tu rumbo

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San Pedro Sula.
Patricia Murillo
Patricia Murillo

Por Patricia Murillo Gutiérrez-Aunque la propaganda oficialista en San Pedro Sula, nos habla de que están construyendo una ciudad más moderna y humana, las lecciones diarias de vida echan al traste de la  basura semejante aseveración que por  hueca se quiebra en mil pedazos.

Difícilmente podría hablarse que en San Pedro Sula, mi ciudad natal y a  la que amo  plenamente, se vive en un entorno humanista y humanizaste.

Usted ciudadano  se la juega diariamente para evitar que le quiten la batería   de su carro o el carro  mismo al salir de un negocio, que no le arrebaten  el celular, que no lleguen temprano a desvalijarle su vivienda, hasta que no le boten centenares de árboles que hace cada día más calurosa la ciudad y más secos los ríos.

Un  arboricidio en aras del progreso, un progreso que  no tiene la suficiente creatividad como para preservar al máximo la naturaleza, que es la que medianamente  nos hace aun respirar algo de oxígeno puro en esta  bella ciudad, pero de una fealdad creciente en cuanto a sus altas temperaturas.

Aquí, especialmente en los gobiernos municipales nacionalistas, les da a sus titulares por edificar  obras mini faraónicas, se llenan la boca y algo más, quizá los bolsillos, haciendo desde la baleada más grande de todos los tiempos, el pino más alto, hasta estructuras de concreto  que nos harán circular mejor pero jamás cubrirán la brecha social que cada día crece más entre sus habitantes. Esas desigualdades sociales que no arreglaran los guardaespaldas y las cámaras de seguridad porque esos elementos no atacan las causas de la pobreza y miseria.

Y  asomémonos un poquito a rasgar  las estadísticas de la criminalidad para que nos quedemos congelados de terror. Una ciudad a las que por varias causas de toda índole y en complicidad de casi todos nosotros, la fueron  degradando los corruptos y los corruptores, al extremo de colocarla en los primeros lugares entre las más violentas del planeta.

Entonces  de que nos asustamos cuando los forenses del Ministerio Público tienen que pedir ayuda a sus colegas capitalinos porque hay fechas que son rebalsados por esa ingrata tarea que significa los levantamientos y las autopsias.

De que nos asombramos cuando se desborda el sano equilibrio psicológico de muchos de sus habitantes y crecen día a día la suma de  ciudadanos que acuden a los servicios de psiquiatría  y  Psicología del Hospital Público Mario Catarino Rivas y del hospital de Salud Mental San Juan de Dios,  para buscar algún alivio a toda clase de  patologías.

De allí que  el tiempo que vivimos a veces eufóricamente, con zozobras y con  enormes vacíos  espirituales ante tanta violencia, encuentra un pequeño desahogo en el mes de Junio donde  la regla de los últimos años  es  mucho circo y barato por cierto aunque no haya pan, para dar cuenta momentáneamente de las tristezas y temores que invaden a los sampedranos.

Y usted se habrá dado cuenta que como parte de un guion trazado para evadir un  poquito esta dura realidad, crecen los bebederos, las ventas  de grasosas comidas sea en las calles o en lujosos legares  y que casi toda la ciudad la convierten en un antro donde lo que impera  es  el licor, la cerveza y no sé qué más yerbas.

Los ritmos desenfrenados en Plaza Juniana, que hoy con la ideota de alguien fue trasladada al Bulevar José Antonio Peraza y por un mes le quito el sueño a centenares de familias sampedranas, a los enfermos del Hospital Mario Rivas y no dejo estudiar a gusto a los estudiantes y maestros de la Universidad de San Pedro Sula y de la Católica, por la bullaranga planificada que allí imperaba y lleno de contaminación sónica desde las  5 de la tarde hasta pasada la medianoche.

Y averigüe el programa cultural que tuvo  esta alegría  artificial y se dará cuenta que es  reducido casi a cero. Y no hablo de vulgar regatón o de luces  estrafalarias con gritos de mariachis  y relajos de ese calibre. Hablo de auténtica actividad que haga crecer la estabilidad emocional y desarrolle la espiritualidad de sus habitantes.

Y conducen al ciudadano a que se vuelva un botarate, a que gaste hasta lo que no tiene porque en ese afán consumista estimulado pro los expertos en vender ilusiones le da una sensación volátil de felicidad.

Afortunadamente sabemos que  los sampedranos emergen de ese mar de  resonancias sin sentido. Los sampedranos y las sampedranas que siguen viviendo aquí, que aún no han emigrado y dan la batalla por vivir decentemente cada amanecer, saben que también aires de cambio se gestan en estas latitudes.

Que no será eternamente la ciudad más violenta del mundo. En nuestras manos está  el empezar a pasear la idea en nuestras mentes en que es posible otra San Pedro Sula, de verdad más justa, más humana y más  amarrada en los valores del alma y alejada del gozo sin fundamento que deja una cruel resaca en la conciencia colectiva.