Redacción. José Constantino Chambasis Amaya es un hondureño cuya existencia está marcada por una rica trayectoria de experiencias y desafíos. A lo largo de los años ha viajado por diversos países en busca de oportunidades laborales.
Aunque gran parte de su vida la pasó trabajando en Rusia (país situado en el norte de Asia) y Estados Unidos, hoy su jornada laboral es muy distinta: se dedica a tapar baches en San Pedro Sula para llevar el pan de cada día a su casa.
Chambasis Amaya asegura con orgullo que habla cuatro idiomas: inglés, ruso, iraní y español, además de un poco de dialecto negro. Aunque también cuenta con una gran trayectoria en el ámbito del transporte y posee una licencia de conducir que le habilita para manejar tráileres, su avanzada edad le ha cerrado las puertas de las empresas que podrían brindarle empleo.
«Tengo mi licencia activada para manejar tráiler y tres cosas más, pero no me dan trabajo por mi edad», lamentó Chambasis, al afirmar que el ruso lo aprendió cuando trabajó en Bosnia en el año 1990, ya que el idioma es esencial para conseguir trabajo.
«Ahí lamentablemente el que no habla ruso no puede trabajar. Si sólo habla español, tiene que buscar un traductor y es un costo muy grande», indicó. Asimismo, relató que en Rusia estuvo siete años trabajando como conductor de un tráiler con pipa para remolcar combustible. Luego trabajó varios meses en el mar en un pozo petrolero.
Estados Unidos
En su búsqueda por una vida mejor, Chambasis emigró hacia Estados Unidos, donde logró construir una nueva etapa de su vida y engendró una hija. «El ingles lo aprendí en los Estados Unidos, ahí tengo una hija», explicó.
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Comentó que en el país norteamericano vivió cuarenta años y después decidió regresar a Honduras, donde se encontró con la dura realidad que las personas de la tercera edad no encuentran oportunidades.
Sin empleo fijo y enfrentando las limitaciones de la edad ha decidido bachar las calles para sustentarse. El sampedrano compra arena y grava, y las transporta en su vehículo pick-up para realizar su trabajo en el segundo anillo, que conduce hacia el Estadio Olímpico.
«Estoy pidiendo a los muchachos de la carretera si me pueden ayudar con algo porque el material me toca comprarlo en el río Blanco, y no es regalado», externó.
La generosidad de los conductores le permite llevar comida a su casa y sentirse útil para la sociedad. «Necesito una ayuda económica o comida», dijo, dejando claro que su situación se ha vuelto insostenible. Las personas que desean apoyarlo pueden llamar al 99 -92-02-71.
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