REDACCIÓN. Lo que comenzó como una guardia rutinaria en la sala de emergencias del Catarino Rivas terminó en una historia de valentía, ética médica y vida frente a la tragedia.
El doctor Miguel Edgardo a través de vídeo en Tiktok recordó claramente aquel día: “Estábamos en emergencia cuando entró una mujer embarazada con un disparo en la cabeza. Estaba agonizando. Era impactante verla así, luchando por su vida… y por la del bebé que aún llevaba dentro”.
La mujer, que había sido atacada por la amante de su esposo, presentaba un disparo de lado a lado en la cabeza, y ya no respondía a estímulos. Aun así, los doctores lograron detectar una frecuencia cardíaca: la del bebé, que seguía con vida.
Sin el aval del equipo de ginecología ni del personal de anestesiología, quienes exigían autorización de un especialista para intervenir, Miguel y su compañero Mime tomaron una decisión radical. “Agarré guantes, un bisturí y empecé a abrirle la panza. Mi compañero iba a recibir al bebé”, relató.
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La intervención fue improvisada, sin condiciones estériles y realizada en un pasillo del hospital, enfrentando posibles consecuencias legales. Pero el objetivo era uno: salvar la vida del niño.
“Cuando sacamos al bebé, estaba morado y flácido. Mime lo reanimó y, de repente, empezó a llorar. En ese momento supimos que había valido la pena”, contó el médico.
La madre, lamentablemente, murió. Había sido víctima de un crimen pasional: la amante de su esposo llegó a su casa y le disparó a quemarropa en la cabeza. El bebé sobrevivió gracias al último aliento de su madre y al coraje de los doctores que se saltaron el protocolo para darle una oportunidad.
Diez años después, el niño regresó al hospital acompañado de su abuelo, quien lo crió, en honor al médico que lo salvó, le pusieron por nombre Miguel Edgardo.
“Cuando lo vi, no lo podía creer. Ese niño que salvamos a contrarreloj estaba ahí, vivo. Es un recuerdo que llevaré siempre”, dijo Miguel, visiblemente emocionado.