Redacción. Sentirse agotado física y mentalmente no siempre es producto de una mala noche o de una semana ocupada. En muchos casos, el cuerpo está enviando señales claras de que el estrés ha superado su límite. Especialistas citados por Harvard Health y Good Housekeeping advierten que la tensión prolongada altera múltiples sistemas del organismo y puede manifestarse con síntomas que a menudo pasan desapercibidos o se confunden con otras afecciones.
La médica Aditi Nerurkar, experta en estrés de Harvard Health, resume el fenómeno de forma contundente: “El estrés no solo afecta la mente, repercute en todo el organismo”. Estos impactos, señalan los expertos, pueden expresarse en dolores musculares, cambios digestivos, insomnio o disminución de las defensas, señales que conviene atender antes de que se agraven.
A continuación, cuatro manifestaciones físicas que los especialistas recomiendan no ignorar.
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1. Tensión muscular persistente
Uno de los indicadores más evidentes. Según Nerurkar, los músculos pueden mantenerse rígidos durante largos periodos, especialmente en áreas como el cuello, los hombros y la mandíbula. Esta contracción constante favorece dolores de cabeza, molestias de espalda e incluso bruxismo nocturno.
La especialista señala que esta rigidez funciona como un aviso corporal ante la sobrecarga emocional. Para aliviarla, recomienda marcar límites entre actividades, desconectarse al finalizar la jornada y añadir movimiento suave al día. Caminar, practicar yoga ligero o incluso bailar unos minutos en casa ayuda a enviar al cerebro una señal de relajación.
2. Problemas digestivos inesperados
El sistema digestivo, descrito por Nerurkar como “el segundo cerebro”, es especialmente sensible a los estados emocionales. Durante situaciones estresantes, el cuerpo activa un modo de supervivencia que reduce la eficiencia de la digestión, lo que puede provocar hinchazón, náuseas o modificaciones en el apetito.
Para cortar este efecto, la especialista recomienda breves pausas conscientes: respiraciones profundas, estiramientos o simplemente mirar por la ventana durante unos minutos. No es la duración del descanso lo que marca la diferencia, sino su calidad y la intención de interrumpir el estado de alerta.

3. Alteraciones del sueño
El estrés crónico también afecta la capacidad de descansar. Aunque la persona llegue a la noche cansada, la mente puede mantenerse enfocada en preocupaciones, lo que mantiene alto el cortisol —la hormona del estrés— e interfiere con la producción de melatonina, esencial para conciliar el sueño.
Nerurkar aconseja reducir la exposición a pantallas antes de dormir, dejar el teléfono fuera del dormitorio y comenzar a apagar luces una hora antes de acostarse. Estos hábitos ayudan a preparar al cuerpo para un descanso reparador.
4. Disminución de las defensas
El estrés sostenido debilita el sistema inmunológico. De acuerdo con la experta, es frecuente que después de semanas de presión intensa muchas personas se enfermen justo cuando llega un periodo de descanso, como las vacaciones.
Una herramienta sencilla para apoyar la recuperación es la respiración profunda: inhalar cuatro segundos y exhalar durante seis. Este ritmo estimula el nervio vago, un mecanismo natural que ayuda a restaurar el equilibrio corporal.
Cuándo buscar ayuda
Si los síntomas físicos o emocionales se mantienen, los expertos insisten en consultar a un profesional de la salud para descartar otras causas. Diversas condiciones médicas pueden parecerse a los efectos del estrés, por lo que obtener una evaluación adecuada es fundamental.
A pesar de todo, Nerurkar recuerda que el cuerpo posee una notable capacidad de recuperación. Regular el sistema nervioso mediante prácticas sencillas permite revertir muchos de los efectos negativos y recuperar el bienestar.
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