Redacción. El síndrome del ojo seco es una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo, provocando incomodidad y, en algunos casos, afectando significativamente la calidad de vida. Esta afección ocurre cuando los ojos no producen suficiente lágrima o cuando su composición no es adecuada para mantener la superficie ocular lubricada.
Causas más frecuentes
Aunque se asocia comúnmente al envejecimiento, el ojo seco puede afectar a personas de cualquier edad. Entre los factores más relevantes se incluyen:
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Envejecimiento: La producción de lágrimas disminuye de manera natural con la edad, siendo las personas mayores de 50 años las más afectadas.
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Cambios hormonales: Especialmente en mujeres durante la menopausia, las alteraciones hormonales pueden afectar la cantidad y calidad de las lágrimas.
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Medicamentos: Antihistamínicos, descongestionantes, anticonceptivos orales y algunos antidepresivos pueden reducir la producción lagrimal.
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Factores ambientales: Exposición prolongada al aire acondicionado, calefacción o ambientes secos acelera la evaporación de lágrimas.
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Uso de pantallas digitales: La reducción del parpadeo al trabajar frente a computadoras, tablets o teléfonos disminuye la hidratación ocular.
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Otras enfermedades: Trastornos autoinmunes, diabetes o problemas tiroideos pueden contribuir al desarrollo de sequedad ocular.
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Lentes de contacto y cirugías previas: Modifican la película lagrimal y favorecen síntomas de ojo seco.
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Síntomas
Además, el ojo seco puede presentarse de manera leve o severa. Los signos más comunes incluyen:
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Sensación de ardor, picazón o irritación.
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Sensación de arenilla o cuerpo extraño en el ojo.
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Enrojecimiento ocular persistente.
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Visión borrosa o fluctuante a lo largo del día.
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Fatiga ocular y sensación de ojos viscosos.
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Sensibilidad a la luz (fotofobia).
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Disminución de lágrimas al llorar.
Si no se trata, la falta de lubricación ocular puede aumentar el riesgo de infecciones y causar lesiones en la córnea.

Prevención y cuidados
Adoptar hábitos simples puede ayudar a reducir la incidencia del síndrome y prevenir complicaciones:
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Limitar el tiempo frente a pantallas y realizar pausas visuales frecuentes.
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Parpadear de forma consciente para mantener los ojos hidratados.
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Utilizar humidificadores en ambientes secos o durante la calefacción.
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Proteger los ojos del viento, polvo y humo con gafas adecuadas.
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Mantener una dieta equilibrada rica en ácidos grasos omega-3.
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Revisar con un especialista el uso de medicamentos que puedan afectar la producción lagrimal.
Tratamiento
El abordaje del ojo seco busca aliviar síntomas y, siempre que sea posible, tratar la causa subyacente. Entre las opciones médicas se incluyen:
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Lágrimas artificiales, geles lubricantes y ungüentos oftálmicos, especialmente para uso nocturno.
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Medicamentos antiinflamatorios o que estimulen la producción de lágrimas en casos moderados o graves.
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Procedimientos médicos como tapones lagrimales o tratamientos térmicos y de luz pulsada para mejorar la función de las glándulas lagrimales.
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Modificación de factores externos o ajustes en la medicación bajo supervisión médica.
Acudir a un especialista ante síntomas persistentes es fundamental. Un diagnóstico preciso permite descartar otras enfermedades, identificar la causa exacta y establecer un plan de tratamiento personalizado. Evitar la automedicación y atender las molestias visuales a tiempo ayuda a preservar la salud ocular y la calidad de vida.
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