Redacción. La inflamación crónica es un enemigo silencioso de la salud pública. A diferencia de la inflamación aguda, que aparece de manera inmediata ante lesiones o infecciones, esta forma prolongada puede desarrollarse sin síntomas evidentes y contribuir al avance de enfermedades graves que afectan a millones de personas en el mundo.
Mientras la inflamación aguda se manifiesta con dolor, enrojecimiento e hinchazón, la inflamación crónica se mantiene activa durante meses o incluso años, a veces de manera localizada y otras de forma generalizada, sin señales claras. Esta característica la convierte en un factor de riesgo central para enfermedades como cáncer, diabetes, cardiopatías, Alzheimer, EPOC y artritis reumatoide.
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Causas principales
La inflamación crónica puede originarse por diversos factores:
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Infecciones persistentes o exposición a toxinas: Cuando el organismo no logra eliminar el agente desencadenante, el sistema inmunitario mantiene una respuesta constante que puede dañar tejidos sanos.
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Enfermedades autoinmunes: En estas condiciones, el sistema inmunológico ataca por error células y órganos sanos, perpetuando la inflamación.
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Estilo de vida poco saludable: Fumar, sedentarismo y dietas ricas en productos procesados y carbohidratos refinados incrementan el riesgo de inflamación crónica y, por ende, de enfermedades graves.

Síntomas: señales sutiles pero importantes
Reconocer esta condición es difícil porque sus manifestaciones son variadas y a menudo leves. Entre los indicadores más frecuentes se incluyen:
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Fatiga persistente y sensación general de cansancio.
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Dolores musculares y articulares.
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Alteraciones gastrointestinales, como diarrea o estreñimiento.
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Cambios en el peso o el apetito.
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Dolores de cabeza y problemas de concentración.
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Alteraciones del estado de ánimo, incluyendo depresión y ansiedad.
La intensidad y frecuencia de estos síntomas pueden variar, lo que retrasa el diagnóstico y permite que la inflamación avance silenciosamente.
Prevención y manejo
Abordar la inflamación crónica requiere un enfoque integral. Entre las estrategias recomendadas se encuentran:
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Hábitos de vida saludables: Dejar de fumar, mantener un peso adecuado, llevar una dieta equilibrada y practicar actividad física regularmente.
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Tratamiento médico: El uso de antiinflamatorios no esteroideos, medicamentos modificadores de la enfermedad y terapias biológicas puede ser necesario según cada caso.
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Seguimiento profesional: Consultar con un especialista permite diseñar un plan preventivo personalizado y basar las decisiones en evidencia científica confiable.
En resumen, la inflamación crónica es una condición silenciosa que puede afectar múltiples sistemas del cuerpo y contribuir al desarrollo de enfermedades graves. Reconocer sus causas, identificar los síntomas y adoptar hábitos de vida saludables son pasos fundamentales para prevenir sus consecuencias y proteger la salud a largo plazo.
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