Redacción. Nuevas investigaciones de la Universidad de Harvard confirman lo que muchos intuían: dormir bien no solo recarga energía, también refuerza el sistema inmunológico y estabiliza las emociones. Un sueño reparador, sostienen los expertos, es una de las formas más eficaces —y a menudo subestimadas— de cuidar la salud física y mental.
En un episodio reciente del podcast Harvard Thinking, los especialistas en sueño Tony Cunningham, Rebecca Robbins y Matthew Weaver explicaron que el descanso nocturno está íntimamente ligado al equilibrio inmunológico, la regulación emocional y la capacidad del cuerpo para recuperarse del estrés cotidiano.
El doctor Tony Cunningham, director del Centro de Sueño y Cognición y de la Clínica de Medicina del Sueño Conductual en Harvard Medical School, asegura que “el sueño influye en todos los procesos fisiológicos, biológicos y psicológicos”. Entre ellos, destaca el funcionamiento del sistema inmunológico.
Dormir adecuadamente permite que el organismo produzca y libere citoquinas, proteínas que regulan la respuesta inmune y ayudan a combatir infecciones o inflamaciones. La falta de descanso, por el contrario, disminuye su producción y deja al cuerpo más vulnerable frente a virus y bacterias. “El sueño actúa como un refuerzo natural de las defensas. Cuando lo descuidamos, el sistema inmunológico se debilita de forma silenciosa”, advierte Cunningham.
La privación de sueño, incluso por pocos días, puede reducir la eficacia de las vacunas, alterar los niveles de azúcar en la sangre y aumentar la presión arterial. A largo plazo, incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y acelera el envejecimiento celular.
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Dormir bien para pensar y sentir mejor
Más allá del cuerpo, el sueño protege también la mente. La profesora asistente Rebecca Robbins, investigadora del sueño en el Brigham and Women’s Hospital, señala que el descanso nocturno es uno de los predictores más sólidos del bienestar emocional. “La falta de sueño deteriora la memoria, el estado de ánimo y la motivación. Cuando dormimos poco, somos más irritables, menos empáticos y más propensos a la ansiedad o la depresión”, explica.
Cunningham complementa que la privación de sueño “estimula en exceso los centros emocionales del cerebro”, lo que dificulta controlar las emociones y amplifica la respuesta al estrés. En otras palabras, el insomnio puede hacer que problemas cotidianos se sientan más abrumadores de lo que realmente son.
El epidemiólogo Matthew Weaver, también de Harvard, observa que esta relación entre descanso y estado de ánimo es especialmente visible en profesiones de alta exigencia, como la medicina o la policía, donde los turnos prolongados aumentan el riesgo de depresión, errores laborales y conflictos interpersonales.

No todos necesitan ocho horas, pero todos necesitan calidad
Aunque se suele hablar de las “ocho horas de sueño”, Cunningham aclara que no existe una cifra universal. “Solo entre el 25 % y el 35 % de las personas necesita exactamente ocho horas. Algunos funcionan bien con seis y media; otros requieren nueve”, señala. Robbins coincide en que lo importante es alcanzar un descanso continuo y reparador, más que cumplir una cuota fija.
El rango saludable para la mayoría de los adultos se sitúa entre siete y nueve horas por noche, con horarios regulares y un ambiente propicio: dormitorio oscuro, fresco y silencioso, sin pantallas ni distracciones.
Estrategias para un descanso que fortalece cuerpo y mente
Los especialistas de Harvard recomiendan adoptar rutinas sencillas que optimicen la calidad del sueño y, con ello, la función inmunológica y emocional:
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Mantener horarios constantes: acostarse y levantarse a la misma hora cada día refuerza el ritmo circadiano.
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Evitar pantallas antes de dormir: la luz azul de los dispositivos retrasa la producción de melatonina.
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Cenar temprano y ligero, al menos dos o tres horas antes de acostarse.
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Crear un ritual relajante: leer, escribir o tomar una ducha tibia antes de dormir ayuda al cerebro a “bajar la velocidad”.
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Exponerse a la luz natural por la mañana, lo que mejora el estado de ánimo y sincroniza los ciclos biológicos.
Cunningham subraya que la terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) sigue siendo el tratamiento más eficaz contra el insomnio crónico. En cuanto a los suplementos, Weaver y Robbins recomiendan usar melatonina solo en dosis bajas y con orientación médica.
El descanso como medicina preventiva
La evidencia es clara: dormir bien no es un lujo, sino una necesidad biológica. Mejora la memoria, regula las emociones y fortalece las defensas. “Incluso pequeños ajustes en la rutina nocturna pueden transformar la salud física y mental”, resume Robbins.
En un mundo que celebra la productividad constante, los expertos de Harvard recuerdan una verdad esencial: el sueño es una inversión silenciosa en bienestar y longevidad. Dormir bien, concluyen, es una de las decisiones más poderosas —y gratuitas— para cuidar el cuerpo y mantener el ánimo en equilibrio.
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