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domingo 21 diciembre 2025

Pasivo-agresivos: el enojo detrás de la amabilidad

Redacción. El comportamiento pasivo-agresivo puede parecer inofensivo a primera vista: una sonrisa amable, un “sí” complaciente o un tono cortés que oculta, en realidad, enojo o desacuerdo. Sin embargo, detrás de esa fachada se esconde una forma de hostilidad encubierta que puede minar la confianza, deteriorar relaciones y complicar la convivencia en cualquier entorno, ya sea laboral, familiar o de pareja.

Este patrón de conducta se manifiesta cuando una persona expresa su frustración o desacuerdo de forma indirecta, evitando el conflicto abierto. En lugar de decir “no quiero hacerlo” o “esto me molesta”, recurre a estrategias como el sarcasmo, los retrasos intencionados, el olvido selectivo o el silencio prolongado.

De acuerdo con la Mayo Clinic, el comportamiento pasivo-agresivo implica una desconexión entre lo que una persona dice y lo que realmente hace. Puede aparentar entusiasmo o cooperación, pero su conducta posterior refleja enojo o resistencia.

En palabras de la psicóloga Isabelle Levert, quienes actúan así “suelen temer al rechazo o la desaprobación”, y utilizan estas tácticas como defensa ante un conflicto que no se sienten capaces de afrontar directamente.

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Un concepto con historia

El término “pasivo-agresivo” tiene su origen en la Segunda Guerra Mundial. Según el diario Le Figaro, fue utilizado por primera vez para describir a soldados que se resistían a las órdenes sin desobedecerlas abiertamente. Con el tiempo, la noción se amplió para incluir a quienes muestran oposición o enojo de manera disimulada, evitando la confrontación directa.

De la infancia al comportamiento adulto

Las raíces de esta actitud pueden encontrarse en la infancia. Según Healthline, crecer en entornos donde las emociones son reprimidas, el conflicto se castiga o se impone la obediencia puede enseñar a las personas que expresar su desacuerdo es peligroso o inaceptable. Así, aprenden a recurrir a vías indirectas —como el sarcasmo o el silencio— para comunicar su malestar.

Cómo identificar a una persona pasivo-agresiva

Los especialistas enumeran varias señales frecuentes:

  • Retrasar tareas o incumplir compromisos de manera recurrente.

  • Evasión de responsabilidades o respuestas ambiguas.

  • Bromas cargadas de queja o sarcasmo.

  • Aparentar acuerdo mientras se actúa en sentido contrario.

  • Mostrar desinterés o apatía encubierta.

  • Aplicar la “ley del hielo” o recurrir al silencio como castigo.

Estas actitudes suelen generar confusión y desgaste emocional en quienes las rodean, pues impiden abordar los conflictos de forma clara.

Pasivo-agresivos: el enojo detrás de la amabilidad
El término “pasivo-agresivo” fue utilizado por primera vez durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Infobae.

El impacto en las relaciones

En el ámbito laboral, el pasivo-agresivo puede aceptar una tarea y luego sabotearla con retrasos o trabajo deficiente. En el hogar o la pareja, puede expresarse mediante frialdad, evasivas o actitudes que transmiten molestia sin palabras. Con el tiempo, esta dinámica genera frustración, resentimiento y distanciamiento.

Los expertos advierten que muchas personas no son plenamente conscientes de su conducta, lo que dificulta el cambio. Aunque no existe una prueba diagnóstica específica, los profesionales de la salud mental pueden ayudar a identificar los factores que la originan y a desarrollar formas más sanas de comunicación.

Romper el patrón

Modificar este comportamiento requiere autoconocimiento y voluntad. Mayo Clinic recomienda algunos pasos fundamentales: reconocer las propias actitudes pasivo-agresivas, explorar las emociones que las originan, practicar la comunicación asertiva y, de ser necesario, buscar acompañamiento terapéutico.

Las terapias centradas en la expresión emocional y las habilidades sociales son útiles para aprender a decir lo que se piensa sin miedo ni agresividad. Asimismo, el entorno puede contribuir estableciendo límites claros y promoviendo el diálogo directo.

Expresar sin dañar

Cambiar la pasividad agresiva no es sencillo, pero sí posible. Implica revisar creencias aprendidas y reemplazar el silencio o el sarcasmo por una comunicación más honesta y empática. La responsabilidad individual es clave: reconocer el enojo, expresarlo con respeto y actuar de manera coherente puede transformar no solo la propia vida, sino también las relaciones con los demás.

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