Redacción. Dejar de moverse le pasa factura al corazón, y antes de lo que se pensaba. Según un estudio publicado en la revista ‘JAMA Cardiology’, muchas personas que han sufrido un infarto o un ictus habían abandonado la actividad física unos 12 años antes del evento cardiovascular. Y en algunos casos, los efectos negativos del sedentarismo aparecen en apenas dos años, según esta investigación.
La investigación analizó los datos de más de 3,000 adultos incluidos en el estudio CARDIA (Coronary Artery Risk Development in Young Adults), iniciado en 1985-86 y continuado hasta 2022.
Los voluntarios fueron evaluados en diez ocasiones a lo largo del tiempo, y los resultados mostraron una tendencia clara: la mayoría redujo su nivel de ejercicio físico al llegar a la mediana edad, pasando de una actividad moderada o vigorosa a un estilo de vida mucho más sedentario.

«Esto demuestra lo difícil que es mantener hábitos saludables a lo largo de los años, incluso en adultos sanos», señalan los autores del estudio. Detectar el momento en que comienza el declive resulta clave para intervenir a tiempo y evitar que las buenas costumbres desaparezcan.
Problemas cardiovasculares
Los datos revelan que el descenso en la actividad física precede con frecuencia a los problemas cardiovasculares. En quienes desarrollaron una enfermedad coronaria, un infarto o un ictus, la reducción del movimiento comenzó doce años antes del evento. Y cuando ese cambio fue brusco (de una vida activa a otra sedentaria), el impacto en el corazón se manifestó en tan solo dos años.
Los investigadores lanzan, sin embargo, un mensaje optimista: existe una amplia ventana de oportunidades para revertir el daño. Durante los años previos a que aparezcan las consecuencias del sedentarismo, retomar la actividad física puede marcar la diferencia.

«El ejercicio influye directamente en factores de riesgo cardiovascular como la presión arterial, los niveles de lípidos, la glucosa y el peso corporal», explican los autores. «Lograr que las personas mantengan la actividad física a lo largo de la vida adulta puede prevenir enfermedades cardiovasculares, sobre todo si se apoya a quienes corren mayor riesgo de abandonar el ejercicio», explican.

