Redacción. Durante décadas, la vejez ha sido un concepto definido más por convenciones sociales que por criterios biológicos. Sin embargo, un reciente estudio de la Universidad de Stanford propone redefinir los límites de la edad avanzada a partir de indicadores moleculares, estableciendo que la vejez comienza a los 78 años, mucho más tarde de lo que comúnmente se percibe.
El equipo de Stanford analizó el plasma sanguíneo de más de 4.200 personas, con edades entre 18 y 95 años, examinando más de 3.000 proteínas por individuo. De ellas, 1.379 mostraron variaciones significativas a lo largo de la vida, lo que permitió a los investigadores identificar tres etapas claras en la adultez:
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Edad adulta (34–60 años): Es la etapa en la que comienzan a aparecer los primeros signos moleculares del envejecimiento. Aunque las variaciones en la producción de proteínas se hacen visibles, sus efectos físicos son leves y graduales.
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Madurez tardía (60–78 años): Se observa una aceleración de los procesos de deterioro físico y molecular, aunque aún no se considera vejez.
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Vejez (a partir de 78 años): El organismo experimenta cambios más pronunciados, tanto a nivel molecular como funcional, marcando el inicio de la edad avanzada desde un punto de vista biológico.
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Más allá de la edad cronológica
El estudio subraya que la percepción social de la vejez —basada en la apariencia o en normas culturales— no refleja el estado biológico real del cuerpo. Según los investigadores, el envejecimiento comienza mucho antes de la vejez, con señales detectables desde los 34 años, lo que evidencia la importancia de la prevención y del cuidado de la salud a lo largo de toda la adultez.
Factores externos como el estrés pueden acelerar el deterioro físico, pero no cambian la clasificación biológica de las etapas de la vida adulta. Esto indica que, aunque cada persona envejece a un ritmo distinto, la cronología molecular del envejecimiento es consistente.
Implicaciones para la salud y la sociedad
La redefinición de la vejez plantea preguntas sobre políticas de salud pública, planificación de jubilaciones y percepción social de la edad avanzada. Además, abre nuevas posibilidades en medicina preventiva, ya que la identificación de proteínas cuya producción cambia con la edad permite desarrollar pruebas diagnósticas más precisas y estrategias de intervención temprana.
La investigación de Stanford, publicada en Nature Medicine el 25 de junio de 2025, propone que estas clasificaciones no son rígidas, sino herramientas objetivas, para comprender mejor el proceso de envejecimiento y orientar acciones preventivas adaptadas a cada etapa de la vida.
En resumen, la vejez, según los datos biológicos, no empieza a los 60 ni a los 65 años, sino alrededor de los 78. Esta perspectiva científica desafía ideas tradicionales y resalta la relevancia de los biomarcadores moleculares para entender cómo envejece el cuerpo humano. Es decir, ofreciendo un enfoque más preciso y objetivo sobre el envejecimiento y la salud a lo largo de la vida.
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