Redacción. Un análisis internacional publicado en la revista Nature encontró que las personas diagnosticadas con autismo en la primera infancia y quienes reciben la identificación más tarde siguen trayectorias distintas, tanto en su desarrollo como en su composición genética.
La investigación incluyó datos de Europa, Estados Unidos, Reino Unido y Australia, y analizó distintas etapas de la vida, lo que permitió documentar cómo varía el comportamiento, la prevalencia de condiciones asociadas y la influencia de la genética en cada grupo.
Diagnóstico temprano: rasgos sociales visibles desde la infancia
El estudio definió como diagnóstico temprano aquel que se produce antes de los seis años. En estos casos, los niños muestran dificultades sociales evidentes desde la infancia, especialmente en la comunicación y la interacción con los demás. Según los investigadores de la Universidad de Cambridge, estos rasgos generan alerta en padres, cuidadores y docentes, lo que facilita la intervención temprana.
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Diagnóstico tardío: problemas emocionales y conductuales en la adolescencia
En contraste, los diagnósticos tardíos, que suelen producirse en la adolescencia, se asocian con dificultades emocionales y de conducta que no siempre son evidentes en la niñez. El estudio indica que estos individuos presentan con mayor frecuencia trastornos asociados como TDAH, depresión y cuadros relacionados con el estrés. La falta de contención en la infancia puede agravar la carga psicológica y exponer a los adolescentes a situaciones de acoso escolar.
Diferencias genéticas entre grupos
El equipo de Cambridge analizó perfiles de ADN de más de 45.000 personas con autismo, identificando diferencias claras entre quienes fueron diagnosticados temprano y quienes lo fueron de mayores. El grupo con diagnóstico tardío mostró un perfil genético más cercano al del TDAH, la depresión mayor y los trastornos relacionados con el estrés postraumático. En cambio, los perfiles genéticos del diagnóstico temprano presentaron características distintivas del autismo clásico. Los factores genéticos explican aproximadamente el 11 % de la variación en la edad del diagnóstico.
Implicaciones clínicas y sociales
Los hallazgos sugieren la existencia de vías de desarrollo independientes dentro del espectro autista. Comprender la diversidad genética y de desarrollo puede mejorar la identificación, el tratamiento y el acompañamiento de personas con autismo en distintas edades. Según Xinhe Zhang, autor principal del estudio, el momento del diagnóstico responde tanto a factores biológicos como a influencias sociales y familiares, más allá del acceso a servicios o información.
Varun Warrier, coautor, señaló que reconocer la diversidad genética y de manifestación del autismo es fundamental para diseñar intervenciones más precisas y efectivas, adaptadas a las necesidades específicas de cada persona.
Una visión más compleja del espectro autista
El estudio refuerza la idea de que el autismo no es un trastorno único con causa simple y uniforme. La interacción entre predisposición genética, entorno familiar y social determina cómo y cuándo aparecen las características autistas, así como su impacto en la salud mental. Los investigadores advierten que una detección temprana y un apoyo adecuado pueden mejorar significativamente el pronóstico. Esto especialmente para quienes presentan signos menos evidentes en la infancia.
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